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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un contrato con la sociedad

¿DEBE UN manifiesto electoral concretar sus ofertas o únicamente es un punto de partida para presentar en sociedad al partido que lo propone? Si la respuesta correcta fuese la primera parte de la alternativa, el Partido Popular habría errado su estrategia y daría municiones a quienes le acusan de tener un programa etéreo y carecer de instrumentos para poner en práctica sus ideas. Si de lo que se trataba el pasado sábado era únicamente de reiterar su puesta de largo como oposición con claras aspiraciones al poder, en una línea coherente con su pasado congreso, hay que decir que lo consiguió.El manifiesto electoral del PP dictamina un pronóstico bastante certero de algunas de las enfermedades que afectan a la sociedad española y con las que se va a enfrentar en las próximas elecciones legislativas; se trata de unos comicios en los que no está en juego esencialmente la confrontación ideológica -aunque la haya subliminalmente en todos y cada uno de los temas- y que pillan a los españoles con una buena dosis de resignación y cansancio. También es explícito el cansancio y la ausencia de ideas nuevas en los gobernantes actuales y la división en el partido que sustenta a ese Ejecutivo. Por último, aciertan los conservadores cuando afirman que los últimos años están marcados por el deterioro de la actitud ética, la política económica y la correcta actividad de las instituciones. Su petición de un contrato social con la sociedad, un doble compromiso sobre la confianza en la capacidad de los españoles para recuperar la ilusión y construir el futuro, y confianza "que pedimos a los españoles en una propuesta y un equipo de gobierno capaces de superar la crisis que vivimos", podría ser firmada por todas y cada una de las formaciones que se presentan a las elecciones.

La cosa cambia cuando se llega al terreno de los proyectos, pues no existe apenas concreción en el manifiesto del PP. Decir a estas alturas que el problema más acuciante de la economía española es el paro, que orientarán su política económica hacia la consecución de la convergencia real con Europa, que favorecerán la competitividad del aparato productivo, que aplicarán criterios de austeridad presupuestaria o que modernizarán las infraestructuras es no decir nada distinto ni aportar soluciones diferentes a lo existente. Explicar que se quiere reformar el papel del Parla mento o garantizar la profesionalidad y objetividad del fiscal general del Estado pertenece el terreno de las buenísimas intenciones; manifestar que el PP desarrollará una política integrada de bienestar social, en torno a los ejes básicos de educación, sanidad, vivienda y pensiones, es creer en el sentido común.

Más aún, identificar el interés nacional con el horizonte de la unión europea, rechazar la concepción de una Europa como zona de libre cambio o defender el proceso hacia la unión económica y europea da una continuidad absoluta al proyecto del PSOE, en una de las políticas -la exterior- a la que casi todo el mundo reconoce como uno de los mayores activos de Felipe González en los más de diez años de administración.

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No es, pues, en los contenidos de este manifiesto en donde los ciudadanos van a poder sacar conclusiones para optar el 6 de junio, con alguna excepción: en la política contra la droga, en la que el PP anuncia que derogará inmediatamente la legislación "permisiva erróneamente aprobada por el PSOE", o en la propuesta de que restablecerá la participación activa de las asociaciones de jueces en la elección del Consejo General del Poder Judicial.

Las diferencias entre la opción socialista y la opción conservadora se darían, pues -además de en el terreno de las prioridades-, en el campo de la gestión. Pero ahí el PP no se presenta virgen, pues sé conoce su trabajo en las comunidades autónomas y municipios en que gobierna. Y el contraste en estos lugares entre lo que se predica en el manifiesto y lo que se ha hecho no deja de ser, en ocasiones, abismal (véase el ejemplo más paradigmático en el Ayuntamiento de Madrid o en Galicia).

Lo más positivo del manifiesto electoral del PP es su tono; su insistencia en que, si ganan, no se producirán revanchismos, no se renunciará a las conquistas realizadas durante la administración socialista y gobernarán "para todos los ciudadanos, sin sectarismo ni miedo". Ello significa que en el seno de la derecha avanzan las posiciones centristas que representa su actual presidente, José María Aznar, y, por ende, re troceden las de aquellos que manifiestan su nostalgia de tiempos pasados, representados, curiosamente, por algunos de los nombramientos realizados en las últimas fechas.

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