Un asesinato
EL ASESINATO de Chris Hani, líder del Partido Comunista Surafricano, por un inmigrante polaco miembro del racista Movimiento Afrikaner de Resistencia ha puesto al país al borde de una guerra étnica. Todos los sufrimientos de los pasados años, los enfrentamientos pacíficos o sangrientos, la larga lucha que ha permitido el lento desmantelamiento del apartheid, los acuerdos constitucionales arduamente negociados entre el Gobierno blanco y todos los grupos étnicos, las previsiones de futuro (elecciones, Constitución), la perspectiva de la paz, se agolparon al borde del abismo. El día de acción de masas, de huelgas y manifestaciones, convocado ayer para que el Congreso Nacional Africano (ANC) pudiera mostrar su rabia por la muerte de Hani, tuvo al país con la respiración contenida. Ojalá que los muertos y heridos de Soweto ayer, con ser un acontecimiento trágico, no constituyan el preludio de un desastre nacional.En España conocemos bien la táctica terrorista de provocación con la que, en momentos de delicado equilibrio, se intenta desestabilizar todo un proceso de pacificación social. En la época de la transición ocurría con sospechosa precisión en los instantes de mayor angustia o esperanza. La muerte de Chris Hani en Dawn Park, el suburbio de Johanesburgo en el que vivía un barrio tímidamente interracial que sus moradores llaman la verdadera "nueva Suráfrica"-, responde exactamente a esa estrategia.
La víctima, objetivo más fácil que un Nelson Mandela mejor protegido, estaba bien escogida. Para los blancos más intolerantes se trataba del peor enemigo posible: un comunista negro. Los racistas surafricanos veían en él el brazo de la revancha futura. Se empeñaban en ignorar así que la historia de la descolonización negra de África tiene muchos episodios de tiranía e ineficacia, pero muy pocos de venganza. Y se empeñaban también en ignorar los trazos más obvios de la personalidad de Hani: que era más amenazador para los intereses de futuro del ANC que para la tranquilidad de la minoría blanca. En el fondo, era un hombre moderado que había abandonado hacía tiempo el radicalismo. De hecho, a medida que la causa de la igualdad progresaba, se había acomodado a los tiempos y no era infrecuente oírle decir que la lucha de los negros no se dirigía contra los blancos sino contra el racismo. Pero su estrategia a largo plazo se orientaba a recoger a los sectores del ANC a los que eventualmente satisfaría menos la moderación progresiva de un Mandela presidente de la República. Sea como fuere, Suráfrica superó ayer una prueba arriesgada y no debe dejar que el lamentable crimen de Chris Hani retrase o complique el proceso de reforma constitucional en el que todos han conseguido embarcarse.
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