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La rebelión de los profesores

El boicoteo de los maestros británicos al examen de junio pone en entredicho la reforma educativa

Enric González

Los maestros británicos han decidido boicotear los exámenes de junio y han puesto al ministro de Educación, John Patten, en una situación muy delicada. Los exámenes son la pieza fundamental de la reforma educativa conservadora (hasta ahora eran voluntarios), y aunque para un sector de la opinión pública la protesta tiene más contenido político que profesional, su virulencia muestra el agotamiento de los maestros tras una década de crisis y decadencia del sistema docente. La reforma de la educación es uno de los grandes objetivos del Gobierno de John Major para la presente legislatura.Tres de los cuatro sindicatos de maestros se han sumado ya al boicoteo con el argumento oficial de que los exámenes diseñados por el Ministerio de Educación les acarrearán demasiado trabajo adicional sin que ello reporte ventajas para los alumnos. La situación resulta extraña desde un punto de vista con tinental, ya que los exámenes de uno u otro tipo son consustanciales a la educación en Europa. En Inglaterra y Gales (Escocia tiene sus propias normas), sin embargo, los alumnos de las es cuelas públicas no suelen en frentarse a un examen hasta cumplidos los 16 años, en la frontera de la enseñanza superior y universitaria.

En opinión del Gobierno, la falta de exámenes y la relajación de los programas de enseñanza están en el origen del pésimo nivel educativo británico. Las estadísticas señalan que al menos un tercio de los alumnos concluyen su experiencia docente, a los 16 años, como analfabetos funcionales: leen con dificultad, apenas saben escribir y las reglas aritméticas básicas les resultan misteriosas. Un reciente estudio oficial equiparaba el nivel medio de los escolares ingleses de 15 años al de los japoneses de 8 y los franceses de 11. Los datos se refieren a la educación pública: los colegios privados son, en general, mejores.

La reforma educativa conservadora se basa en la introducción de las reglas de mercado y libre competencia en la escuela pública. De acuerdo con los resultados de los exámenes, cuyo contenido será el mismo para todos los centros, se podrá valorar en qué escuelas se aprende más y en cuáles menos. Se incentivará a los padres que elijan para sus hijos los centros mejor situados en la clasificación general de cada zona, y, consecuentemente, se dotará de más dinero a los centros con más alumnos. La conclusión, según los sindicatos, es que cerrarán las escuelas de los barrios más pobres, donde la inestabilidad familiar y las dificultades lingüísticas y étnicas son mayores y repercuten en el rendimiento de los estudiantes.

Los exámenes diseñados por el ministerio para los alumnos de 7, 11 y 16 años no son difíciles por el nivel de los contenidos, pero son complicados de realizar. El propio ministro Patten ha reconocido que el objetivo de crear una tabla clasificatoria fidedigna ha hecho de cada examen un fárrago de preguntas y valoraciones, mucho más pesado para el profesor que corrige que para el alumno, y anunció que su formato sería simplificado para el próximo curso. Pero los maestros, cada vez peor pagados y hartos de que sucesivos gobiernos conservadores les hayan atribuido la responsabilidad del fracaso educativo, parecen dispuestos a llevar el boicoteo hasta el final.

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