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Ética y política

Muchos socialistas se han quejado reiteradamente durante los últimos meses de la doble vara de medir que vienen utilizando los medios de comunicación y algunos ciudadanos cuando enjuician el comportamiento ético de los dirigentes y los partidos políticos, según se trate del partido socialista o de los partidos de derechas.

Esta queja no tiene sentido, puesto que la diferente posición ante la opción ética es precisamente el eje que separa a la izquierda de la derecha política. No cabe manifestar sorpresa ante la ausencia de repercusiones políticas y la pasividad ciudadana al enjuiciar comportamientos de dudosa o torcida moralidad de algunos dirigentes de la derecha -ni, sensu contrario, cuando estalla el escándalo frente a actitudes presuntamente irregulares de los políticos socialistas-, porque todo el mundo intuye que la ausencia de opciones éticas es la característica de la ideología y la política de los partidos de derécha -lo que nada tiene que ver con la honestidad personal de sus representantes- Como concluye uno de los más prestigiosos analistas políticos británicos, Ted Honderich, "no se trata tan sólo de que los conservadores sean egoístas. Es que no son nada más. El egoísmo es la base racional de su política ... El hecho horrible de la amoralidad explica en gran parte el estilo conservador". (El conservadurismo, editorial Península, página 302). Y si cruzamos el Atlántico, Clinton Rossiter apostilla: "Puede alegarse que todas las filosofías son racionalizaciones del propio interés, pero los intereses del conservadurismo son especialmente egocéntricos, pues no son unos intereses a los que se aspira, sino unos intereses creados, personales". (Conservatism in America, editorial Knopf, página 59).¿Cómo es posible entonces que partidos de esta catadura hayan dominado la política anglosajona durante los últimos 15 años y que entre nosotros la misma Rosa Montero, por poner un ejemplo, escribiera hace unos días que si la derecha ganase las elecciones en España tampoco habría que asustarse, porque no por ello se iba a hundir el mundo? La respuesta, en mi opinión, la dio Adam Smith al afirmar, en su Riqueza de las naciones: "No es de la benevolencia del carnicero, del vinatero ni del panadero de quien esperamos ni debemos esperar nuestro alimento, sino de sus miras al propio interés. No imploramos su humanidad, sino que acudimos a su interés propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas". Ésta es la antropología social que dio origen a la moderna ciencia económica. Su burda traducción al mundo de la política, llevada a cabo por Edmund Burke en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa, es la pieza fundacional de la ideología conservadora que se asienta sobre la simple y más descarnada oposición a cualquier cambio que vaya contra los intereses de los miembros más acomodados de la sociedad.

Por tanto, el escándalo ante la doble vara de medir sólo es admisible como recurso pedagógico para ilustrar la paradoja de que Ios partidarios de un partido sin principios", como les llama Honderich, sean precisamente los que enarbolen la ética como arma de agitación preelectoral. Algunos socialistas tachan de desfachatez este, comportamiento. En mi opinión, ése no es el camino acertado.

Y no lo es porque la gente tiene razón al exigir de la izquierda un comportamiento intachable al gestionar su propio funcionamiento interno, ya que su política se distingue precisamente por anteponer los imperativos éticos de la solidaridad, la lucha contra la desigualdad y la ampliación de las esferas de libertad individual, frente a las políticas de simple defensa de intereses. La doble vara de medir es la mejor ratificación de que la sociedad comprende las diferencias entre ambos tipos de política.

Manos limpias

La doble moral comunista, que tuvo su máximo exponente teórico en Georg Lukács, fue la última reelaboración de la razón de Estado de Maquiavelo, por la que al Príncipe -o al partido- le estaba permitido todo en aras de preservar el bien superior del Estado. Por eso, el derrumbamiento del comunismo ha barrido toda tolerancia hacia la financiación irregular de los partidos en las sociedades democráticas.

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Lo menos que se puede decir hoy en España es que la sociedad tiene grandes dudas de que los partidos políticos hayan respetado las reglas del juego, aunque eso no legitima la propuesta de crear comisiones parlamentarias seudojudiciales para poner a medio país bajo sospecha. Al partido socialista la honestidad se le exige con especial intensidad por el compromiso con su propio ideario, por la notoriedad del caso Filesa y por el hecho de tener las responsabilidades de gobierno. El compromiso de Felipe González de presentar inmediatamente a escrutinio público las cuentas del PSOE es la confirmación de que en el futuro ésa será la pauta de conducta.

Respecto al pasado, los jueces proseguirán su labor y depurarán las responsabilidades penales o administrativas en las que eventualmente cada uno hubiera incurrido. Pero el partido tenía la obligación de adelantarse y asumir la responsabilidad política. En ausencia de un ejercicio de manos limpias claro y rotundo, realizado a iniciativa propia, de poco valdrían los programas que elaborásemos y la capacidad de gestión que hayamos demostrado, porque a los ojos de muchos ciudadanos nos faltaría la legitimación ética para depositar su confianza en nosotros.

Tras la asunción de plenos poderes por parte de Felipe González y la creación de un comité de estrategia bajo su dirección, el periodo de excepcionalidad en el partido ha quedado abierto. La responsabilidad política por los errores cometidos en el pasado en materia de financiación será exigida por un futuro congreso y ha sido asumida a priori en bloque por la actual Comisión Ejecutiva Federal. La estabilidad institucional, ante la proximidad de las elecciones, ha impedido convocar un congreso extraordinario, pero ésa es la voluntad explícita de toda la militancia y de la mayoría de los dirigentes. Estoy seguro de que el congreso tendrá lugar tan pronto se celebren elecciones y que en él se depurarán todas las responsabilidades políticas individuales.

Los electores decidirán si mantienen su voluntad de cambio social responsable en la línea que los socialistas hemos venido desarrollando, pese a las dificultades económicas por las que atraviesan todas las economías europeas, o si ya existe una mayoría de ciudadanos satisfechos y suficientemente acomodados que, votando a la derecha, optan por congelar el proceso de articulación solidaria de la sociedad, o incluso por dar algún paso atrás en lo tocante a equidad social. Es lo que yo llamaría la querencia por la política del vinatero de Adam Smith.

Coincido con Rosa Montero en que no habría que escandalizarse por ello, si tal fuese la elección libre de una mayoría de ciudadanos. Pero para que el juicio de los electores no estuviese mediatizado por la desconfianza ética hacia el PSOE era necesario provocar una ruptura en la forma y las personas que en la práctica han venido ejerciendo la dirección. Ése es el significado de las decisiones del Sábado Santo y la tarea que se presenta ante el nuevo Comité de Estrategia nombrado y presidido por Felipe González, quien ha asumido ante el partido socialista y ante toda la sociedad española una responsabilidad histórica.

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