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LA CIUDAD NO ES VERDE

La casa ejemplar

Los hábitos para no contaminar la vivienda, primer paos para sanear los núcleos urbanos

Lo primero: si no tiene casa o se va a cambiar, tenga en cuenta a la hora de hacer la compra que algunas viviendas están hechas con más cabeza que otras, con vistas a un consumo razonable de energía. Fíjese en el reparto y orientación de las ventanas, los muros aislantes, las dobles ventanas (pueden ahorrar hasta un 30% de calefacción).Una vez dentro, gestiónela con lógica pensando en que ni el gas, ni el petróleo, ni el agua son recursos ¡limitados. Al comprar electrodomésticos, pregúntese -y no es por coartar la libertad de nadie-: ¿de verdad me es útil un cepillo eléctrico de dientes?; después, fíjese en cuánta electricidad y agua gastan.

No abra grifos ni encienda luces -si no es tan aprensivo a la oscuridad como para acabar enfermo- que no necesita; ojo al grifo que gotea (10 gotas por minuto son 2.000 litros al año); venden bombillas de bajo consumo; es mejor ducharse que bañarse en épocas de escasez de lluvías; no use el inodoro como un cubo de basura (cada vez que se tira de la cadena son 15 litros de agua que se van a la alcantarilla); regule la calefacción para mantener temperaturas cómodas (no son tan escasas las familias que tienen la ventana abierta porque hace mucho calor por culpa de la calefacción central). Un truco de concienciación: lo que parece una menudencia individualmente puede ser un desastre si lo multiplica por los tres millones de habitantes de Madrid; y no digamos si lo multiplica por los 5.000 millones de la Tierra. Un ejemplo: la calefacción doméstica es responsable de la emisión de más de mil millones de toneladas del gas más responsable del efecto invernadero: el dióxido de carbono.

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La capital del desperdicio
La basura doméstica

El veneno para el medio ambiente, y para las personas, está detrás de muchos productos aparentemente inofensivos: los fosfatos de los detergentes, el cadmio y el mercurio de las pilas, los CFC de frigoríficos, materiales aislantes, aerosoles, sistemas de aire acondicionado y sofás, el plomo de pinturas. Y, para más cruz, las sobredosis (las dosis que recomiendan los fabricantes ya suelen ser superiores a las necesarias; sin embargo, la gente se empeña en añadir encima un poco más para que quede mejor).

¡La basura! La gran amenaza. Cada español produce casi un kilo diario en casa; y, lo que es peor, todo mezclado. Colabore en la separación desde el principio de aquellos desechos para los que ya hay montados sistemas de recogida para su posterior reciclado: vidrio, papel (otra vez el truco: en España se usan cuatro millones de toneladas de papel y cartón por ano; lo que significa 70 millones de árboles), pilas (las botón son una auténtica bomba de relojería para la naturaleza). Y si no hay sistemas montados de recogida y reciclado o funcionan mal: proteste.

Aceites y pinturas

El cambio de aceite del motor es tan habitual como peligroso: hágalo en aquellos talleres en los que le conste que lo reciclan. No tire jamás por el retrete o lavabo pinturas, barnices, disolventes o aceites: forman una capa en el agua que asfixia la vida que hay debajo. Mejor meterlo en un bote bien cerrado y tirarlo a la basura. Las fotos de peces muertos en los periódicos no siempre son por la culpa del otro: el que tiene la industria. No llene los armarios de bolsas de plástico; saque de vez en cuando la de la compra, la de toda la vida, o el carrito. Escoja envases retornables: la botella de cristal que después se recupera es el material más ecológico (la moda del usar y tirar, en todo, era de los años setenta).

Mil detalles más, que es cuestión de meterlos en la cabeza para que acaben en el subconsciente, que es la forma de que las cosas salgan mejor (si hay que andar pensándoselo y esforzándose a cada paso, malo): escriba en los papeles por las dos caras; el aluminio es uno de los minerales más escasos (los trozos de papel de aluminio se pueden usar más de una vez); mejor los productos concentrados (ahorran envase y basura); papel reciclado sólo no vale -puede estar ahorrando árboles, pero ensuciando ríos-, no tiene que estar blanqueado con cloro.

Y cuando salga de casa, mucho mejor el transporte público. Presione para que mejore. Las cosas hay que repetirlas muchas veces para que se queden. Un último consejo: hay libros en las tiendas o folletos gratuitos de las organizaciones ecologistas donde todo esto ocupa mucho más papel (reciclado).

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