Un par por los adentros
El domingo de Resurrección se puso malo, hacía frío, los toros salieron broncos, los diestros precavidos y sólo pudieron apreciarse unos fugaces destellos por entre la grisura artística, cuando Fernando Cepeda y David Luguillano se abrieron de capa para lancear con. empaque a la verónica, o cuando puso orden en el ruedo la maestría del señor Esplá, y luego, fue, y prendió un soberano par por los adentros.Los destellos no deslumbraban tanto que hicieran falta gafas de sol: la afición los contempló sin pestañear. únicamente el par por los adentros conmovió los sensibles corazones, templó los ateridos cuerpos y puso al público en pie. Antes había clavado otros el señor Esplá. Pero fue el último, reuniendo junto a las tablas, el que provocó la ovación de la. tarde, repetida después, al iniciar su hábil faena por derechazos al toraco de media arrancada.
González / Esplá, Cepeda,
LuguillanoCinco toros de Juan José González (uno, devuelto por inválido), muy bien presentados; lo poderoso, 3º inválido; 5º manejable, resto broncos. 21, sobrero de Couto de Fornilhos, con trapío y poder, manso. Luis Francisco Esplá: pinchazo y estocada perpendicular ladeada (silencio); estocada baja (ovación y también pitos cuando saluda). Fernando Cepeda: aviso antes de matar, dos pinchazos, otro hondo y rueda de peones (palinas); pinchazo y estocada caída (silencio). David Luguifiano: estocada corta (algunas palmas); pinchazo hondo atravesado bajo, rueda de peones y dos descabellos (silencio). El picador Manuel Cid sufrió probable fractura de tibia y peroné, de pronóstico grave. Plaza de Las Ventas, 11 de abril. Tres cuartos de entrada.
Un trasteo hacia las afueras, conviene precisar. Adentros y afueras son términos de reciente cuño en la jerga taurómaca, que responden a la obviedad. La jerga taurina se ha hecho muy obvia. Mientras el, arte de Cúchares consistió en torear, no había cuerno, pelo, situación ni movimiento que no tuvieran su adecuado nombre. En cambio, ahora que torear es pegar pases (allá penas a quién), media docena de vulgarismos sirven para determinar cualquier cosa. Querencia, c¡te, tercio, medios, son voces en desuso, y lo que se oye es tócale, pónsela (el tuteo nunca falta), o las afueras, o los adentros.
Estos términos de la moderna jerga taurómaca se gritan mucho desde los callejones. Los callejones parecen estar llenos de padres de la tauromaquia, a juzgar por la cantidad de consejos que gritan. Uno de estos padres de la tauromaquia le gritó a Cepeda "¡la izquierda!", interrumpiendo su propósito de torear con la derecha al quinto de la tarde, el diestro se echó entonces la muleta a la izquierda, y a la primera embestida de poco se lo lleva el toro por delante.
No era mal toro. Sólo que Cepeda lo toreaba fuera de cacho y aliviándose con el pico, lo mismo por la izquierda que por la derecha. Peor toro fue el segundo -que lesionó al picador Manuel Cid en un estrepitoso derribo- y, sin embargo, consiguió Cepeda atemperar sus brusquedades mediante la tenaz insistencia en el derechazo, hasta conseguir en la tanda número cinco una serie de enjundiosa factura. Con la izquierda no se acopló el diestro y prolongó tanto la faena, que escuchó un aviso antes de entrar a matar.
Los toros de Luguillano resultaron muy deslucidos. Uno se derrumbaba a cada pase; otro desarrolló sentido y hubo de machetearlo. Los del señor Esplá tampoco admitían florituras (el primero, ninguna) pero el maestro les dio eficaz brega, muleteó breve y banderilleó seguro, hasta coronar el tercio banderillero del cuarto toro con aquel emocionante par por los adentros, que conmovió los corazones, calentó los cuerpos y levantó al público de sus asientos.
De lo bueno, poco, dijo el filósofo; y eso exactamente ocurrió el domingo de Resurrección en la plaza de Las Ventas.
