Manifestación
Acto importante de la festividad del 2 de mayo en Madrid, Día de la Comunidad, será una manifestación contra el racismo y la xenofobia. ¡Oh qué feliz idea! ¡Oh qué aguda forma de cohonestar las inquietudes ciudadanas con la finura espiritual de sus dirigentes!¿Quién podría discutir la nobleza de esta convocatoria? ¿Quién dudar del solidario espíritu que atesoran los madrileños? Madrid, que vivió un 2 de mayo a cañonazo limpio -el día de autos hará 185 años cabales-, no quiere que se confunda aquel levantamiento contra Napoleón con un rechazo xenófobo al francés ni a nadie ajeno a nuestra lengua, nuestro color y nuestro pelaje.
Madrid, faro y guía del solar patrio. Y así como la insurrección capitalina prendió en la españolidad entera, ahora va a llevar a todas las provincias su mensaje de tolerancia e hidalguía. Ya se aprestan a ello los madrileños que mañana invadirán las carreteras en tropel. Pretenden vacar, pero ése es el mejor motivo para manifestarse. Ya lo proclamaban los coreutas de la tragedia griega: "Aprovechad las vacaciones para organizar manífestaciones"'. Irán en prietas caravanas y la red viaria nacional será una gigantesca manifestación de madrileños, con sus estruendos de motor y sus castizas ocurrencias. Nunca se habrá visto nada igual. Mientras muchos aún estén embocando la autovía de Valencia, la cabecera de la manifestación andará por Motilla del Palancar, y de parecida guisa todas las demás. Y cuando, de madrugada, arriben a las ciudades costeras, una algazara de cláxones y portazos, lemas y estribillos, jaculatorias e imprecaciones anunciará a los nativos la llegada de los madrileños, antirracistas y antixenófobos. ¡Oh, sí! Será una jornada inolvidable, digno preludio de ese 2 de mayo que se avecina en Madrid, venero de manifestantes, villa y corte.
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