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CITA EN VANCOUVER

Reunión de negocios en ambiente cordial

Los líderes de Estados Unidos y Rusia tuvieron breves momentos de esparcimiento

Un poco de jogging matinal entre los animales exóticos del Stanley Park, una misa de Domingo de Ramos en la iglesia bautista más próxima y un corto recorrido de cortesía al museo de antropología que enorgullece a la casi mediterránea ciudad de Vancouver. Ése es todo el esparcimiento que permitió esta cumbre, concebida esencialmente como una conversación de trabajo, una verdadera reunión de negocios en un ambiente intenso y cordial, pero frío, apropiado para el dramatismo con el que se siguen los acontecimientos que se viven en Rusia y que amenazan la presidencia de Borís Yeltsin.

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No era un momento para sonrisas, y no las hubo en exceso. Tanto el presidente estadounidense, Bill Clinton, como su homólogo ruso, Borís Yeltsin, exhibieron rostros muy serios desde el instante en que escuchaban en el aeropuerto los himnos nacionales de sus países bajo la lluvia que suele caer con generosidad en Vancouver.No era momento tampoco para intercambios sociales, y los dos presidentes decidieron dejar a sus esposas en casa, evitando aquellas apariciones de las primeras damas que llegaron a ser acontecimientos señalados en otras cumbres y en otros años, cuando Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov eran los principales intérpretes.

Con ello, Hillary Rodham Clinton se ha visto privada de su primer papel protagonista en la escena internacional, y la prensa, de uno de sus más codiciados objetivos.

Pero las cosas no estaban para eso. Borís Yeltsin acudía a Vancouver con una espada de Damocles sobre su cabeza y sin tiempo que perder en la conquista, como hacía Gorbachov, del cariño y las portadas de los medios de comunicación del mundo occidental.

Yeltsin venía a pedir dinero, y, como cualquiera que va a pedir dinero, se conformó con poner cara de circunstancias. Cuando inclinó ligeramente la cabeza en su primer intercambio de saludos con Clinton, no se sabía si estaba midiendo a su contricante -a quien, por cierto, no supera en estatura- cumpliendo con un ritual protocolario de su país o, simplemente, reconociendo humildemente la autoridad del prestamista.

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Clinton y Yeltsin se dejaron fotografiar a solas mientras se comunicaban por gestos en un breve paseo por el Jardín Botánico, a pocos metros de una playa nudista, y regalaron algunos gestos tiernos a un grupo de niños que quería simbolizar el deseo mundial de paz.

Pero no era la imagen de Yeltsin o de Clinton lo que estaba en juego. Era, en gran medida, el futuro de la estabilidad internacional lo que ambos hombres tenían entre manos.

Salmón y cangrejo

Ni siquiera la cena del sábado en un restaurante con preciosas vistas al Pacífico, en el que comieron salmón y cangrejo, fue un momento de relajación.

Por el contrario, fue el momento en que los ministros y asesores de ambos lados sacaron papeles y carpetas que describían las necesidades de unos y las posibilidades de otros.

Uno de los asesores del presidente norteamericano que: conversó con los periodistas explicó que esta cumbre debe traducirse por un nuevo tono de relaciones basadas en la colaboración, y no en concesiones de una y otra parte, "un nuevo tipo de relación menos aparente y más productiva".

Pese a la diferencia de edad -el presidente norteamericano es 16 años más joven que su homólogo ruso-, Clinton y Yeltsin coinciden en un carácter abierto que los hubiera hecho proclives al lucimiento en otras circunstancias. Tanto uno como otro son hombres temperamentales y de gran energía, dispuestos a romper los protocolos y a crear un clima cálido y relajado en su entorno.

Clinton y Yeltsin son, cada uno a su manera, dos reformistas. Salvando todas las distancias, los dos han emprendido empresas semejantes de transformación de sus respectivas sociedades, empresas que ahora dan la sensación de no poder sobrevivir la una sin la otra. Yetsin, desde luego, tiene un futuro muy incierto sin la ayuda de Clinton.

Pero el presidente Clinton tampoco podría completar su plan de reducción del gasto militar e inversión en las necesidades económicas nacionales si mañana tiene que hacer frente al retorno de la guerra fría. En el fondo, por tanto, ambos se necesitan mutuamente.

Tanto Clinton como Yeltsin, por último, son conocidos por sus actitudes populistas que, sobre todo en el segundo, se han ido difuminando con el ejercicio del poder.

Nadie podría reconocer en el Borís Yeltsin de ayer al enérgico político ruso que se mezcló con el público en los alrededores del Capitolio en su visita de hace menos de un año a Washington Esa fue la primera ocasión -junio de 1992- en la que Borís Yeltsin y Bill Clinton estrecharon sus manos y, entonces, aquel saludo a quien más le sirvió fue a Clinton, quien todavía hacía méritos para ganar el respaldo de los electores.

Un peso

Al presidente norteamericano tampoco se le vio tan desenvuelto y relajado como cuándo participa en una de esas reuniones sobre la industria maderera o sobre el seguro de los pequeños empresarios norteamericanos que tanto le gustan. La política internacional es todavía un peso que a Bill Clinton le cuesta llevar y eso se notó en este primer y difícil reto.

La cumbre de Vancouver sí recordó a los anteriores encuentros en la cúspide entre superpotencias en algunas de las escenas que se vivieron en calle, a la puerta del centro de convenciones en el que se alojaban varias delegaciones.

Grupos de homosexuales, ecologistas radicales y algunas organizaciones de la extrema izquierda canadiense quemaron banderas estadounidenses y protestaron por la guerra en la antigua Yugoslavia y la represión contra los palestinos en Israel. La Policía Montada de Canadá dijo que seis personas fueron detenidas acusadas de desórdenes públicos en relación con estos hechos. Un portavoz informó que los manifestantes "robaron una bandera y trataron de quemarla".

Un 'intérprete' con pedrigí

En Vancouver, casi constante mente al lado de Bill Clinton estuvo un hombre que no aparece demasiado en las pantallas de televisión, pero que actúa como el pivote por el que pasa toda la política norteamericana hacia Rusia. Se trata de Strobe Talbott. De hecho, Talbott fue la persona que tomó notas de la reunión cara a cara que Clinton mantuvo con Borís Yeltsin el sábado. Es decir, es el único miembro del equipo presidencial que sabe exactamente lo que pasó allí.La relación de Talbott con Rusia es antigua. Y con Clinton también. Talbott, entonces compañero de habitación de Clinton en Oxford, fue quien convenció al inquieto estudiante de Arkansas para que visitara Moscú en los años sesenta.

Talbott fue nombrado por Clinton embajador especial para coordinar la política del Departamento de Estado, el Consejo Nacional de Seguridad y el Pentágono en relación con la preocupación número uno de EE UU en el mundo.

El proceso de confirmación de Talbott en el Congreso no fue fácil, porque los parlamentarios quisieron conocer un poco más a quien hasta ese momento no tenía más certificado que formar parte del círculo cercano a la Casa Blanca. Talbott juró su cargo en el avión presidencial que lo trajo a Vancouver.

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