Despedida agridulce
La nueva incursión de Iron Maiden por tierras europeas no iba a recalar en España. Hasta que dos semanas antes del inicio se ha anunciado oficialmente que el vocalista Bruce Dickinson abandonará la formación al término de la gira. Como aquí siempre han tenido una militancia fiel, hubo apresuramiento para encontrar tres fechas de despedida en nuestro país. Los suspicaces entienden que puede tratarse de una jugada para agotar el taquillaje.Pero ni el grupo necesita de artimañas para llenar los locales ni su trayectoria hace pensar en una actitud insincera. La despedida se prolonga en formato compacto: al actual A real live one, grabado en directo durante el viaje europeo de hace sólo seis meses, le seguirá A real dead one, también grabado en vivo y con temas compuestos antes de 1985.
Iron Maiden
Bruce Dickinson (voz), Stewe Harris (bajo), Dave Murray (guitarra), Janick Gers (guitarra), Nicko McBrain (batería). Sala Canciller. Madrid. 1.500 espectadores.
Iron Maiden ha tenido una incidencia crucial en el desarrollo del heavy metal durante la década de los ochenta. El grupo británico ha creado una auténtica escuela, una manera propia de practicar el género. El álbum The number of the beast está considerado pieza maestra de los sonidos feroces. En las últimas temporadas, la música de Maiden ha encontrado dificultades para deslizarse por otros caminos. Se acusa cierto estancamiento, aunque la aceptación popular permanece.
En directo, la historia del grupo habla de giras de desgaste, casi interminables, donde la parafernalia escénica ha contribuido al espectáculo. Este nuevo periplo tiene otras connotaciones: locales reducidos y un sabor agridulce por la partida del gran berreador Dickinson. En teoría es el broche de oro a 12 años de gran éxito, pero flota en el ambiente una sensación amarga.
Bruce Bruce, como era conocido el vocalista en sus años mozos, parece estar cansado de soportar un hotel como hogar, avanza que su carrera en solitario tomará otros derroteros y es probable que esta gira, extendida hasta finales de mayo, se convierta en una carga pesada más que en un adiós por la puerta grande. Para la banda, la búsqueda de un sustituto es un reto que, sin embargo, podría aliviar su actual carencia de imaginación. No se adelantan nombres, pero se señala que el nuevo hombre del micrófono debe degustar la cerveza y perder la cabeza por el fútbol, las dos permanentes aficiones de estos ingleses.
En su hasta luego de Madrid, Iron Maiden ofreció una selección de sus himnos a una audiencia entusiasmada. La primera parte del concierto estuvo dedicada a los temas más cercanos en el tiempo. Sonaron Can Y play with madness, Bring your daughter... to the slaughter o Be quick or be dead, temas veloces y de estribillos impactantes. En la recta final hubo cabida para éxitos de la primera etapa como Run to the hills, The Trooper o incluso los casi prehistóricos Iron Maiden o Sanctuary, reminiscencias de cuando el olvidado Paul Di'Anno ponía la voz.
Una versión reducida de la veterana mascota del grupo, Eddie, realizó una fugaz aparición. No había más novedad que el hecho mismo de ver al grupo en una sala pequeña. En las numerosas visitas de Iron Maiden a España, ocho con la presente desde 1982, sus conciertos se celebraron en grandes pabellones, campos de fútbol y plazas de toros. Esos recintos volverán a acogerles dentro de dos años.
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