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Los mil 'hijos' de Borís Nikoláievich

La batalla de la calle se saldó con un estrepitoso fracaso para los dos bandos

Un poco más de mil personas fue todo lo que consiguieron reunir ayer por la mañana, a la entrada al Kremlin, los partidos y organizaciones que apoyan al presidente Borís Yeltsin en su pulso político con la alianza de comunistas y nacionalistas atrincherada en el Parlamento. La baja capacidad de movilización de los demócratas en un día en que se podía decidir su destitución es una preocupante señal para quienes dirigen la campaña electoral de Yeltsin. Los nostálgicos del régimen comunista tampoco lograron un gran seguimiento, aunque doblaron a sus rivales, y a pocos metros de distancia de ellos lanzaban consignas antipresidenciales y exigían que rodaran cabezas.

El jueves se había anunciado a bombo y platillo una grandiosa manifestación de los partidarios del presidente. Los líderes del Comité de las Organizaciones Democráticas, un nuevo organismo en el que se han unido 84 organizaciones de: corte liberal, llamaron a los moscovitas a reunirse frente a la alcaldía, para desde allí marchar hasta el Kremlin en columnas encabezadas por los diputados. La realidad fue muy distinta a lo esperado: sólo unas 600 personas se congregaron a la hora indicada frente a la alcaldía, es decir, apenas siete por organización. La columna que marchó pacíficamente por la acera en dirección a la plaza Roja es taba encabezada por un único diputado: el sacerdote Gleb Yakunin, copresidente de Rusia Democrática. Ni un solo cosaco y ni un solo minero, de los miles anunciados el día anterior, apareció ayer en las filas de los dernócratas. La ausencia de los cosacos, que en el sur de Rusia acaban de proclamar la formación de una república, se debió, según explicó una fuente de la Unión de los Ejércitos Cosacos, a que no se pudo alquilar a tiempo los aviones necesarios para transportarlos. Albert Vetrov, presidente del Consejo de Ata manes (jefes) de esa Unión, acudió ayer al aeropuerto a re cibir los primeros aviones con cosacos, que participarán en la manifestación del domingo en apoyo de Yeltsin. Se espera la llegada de representantes del Don, de Kubán y de los Urales.

El fin principal de los manifestantes demócratas -que era presionar a los diputados que iban a ir desde el hotel Rossía al Kremlin- no se consiguió, por que a la hora en que llegaron junto a la catedral de San Basilio la mayoría de los parlamentarios ya estaba en el Krenilin.

La oposición, en cambio, había reunido mucho antes a más de dos mil militantes, que animaron a su paso a los diputados para que se decidieran a acabar con Yeltsin. "¡Diputado, diputado, éste es tu Stalingrado!", gritaban los nacionalistas y comunistas, en referencia a la batalla que marcó el viraje en la guerra contra los alemanes. Los rojopardos, como les llaman los demócratas, habían vuelto a ganar la batalla de la calle.

Es verdad que junto a San Basilio empezaron a llegar más partidarios de Yeltsin, pero no lograron superar a los congregados bajo las banderas rojas de los comunistas y las negroamarillo-blancas del Frente de Salvación Nacional.

"¿Quieres vivir bajo la democracia o bajo la jasbulacia?", decía un cartel de los partidarios de Yeltsin, reflejando el temor de que el jefe del Parlamento, Ruslán Jasbulátov, se convierta en la principal figura del país. Pero la mayor parte de las críticas y los insultos fueron para el vicepresidente de la república, Alexandr Rutskói, al que los demócratas califican de traidor. Una pancarta decía: "Rutskói, ¿dónde está tu honor de oficial? ¡Ve y suicídate!".

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Judas en Moscú

En el bando demócrata, a diferencia de los que se veían entre los nacionalistas y comunistas, no había ningún icono, pero, en cambio, tenían la palabra viva de un servidor de la Iglesia: el sacerdote Yakunin. "Ayer hubo una gran presión sobre Borís Yeltsíin: Alexandr Rutskói mantuvo una larga reunión con el presidente. La tentación se ha apoderado de Rutskói y ya no sabe de qué lado está su corazón. Pero si hoy te conviertes en presidente", dijo el sacerdote Yakunin, dirigiéndose directamente al vicepresidente, "pasarás a la historia como un Judas". Yakunin manifestó con amargura en su intervención ante los demócratas: "En el cuerpo de diputados hay muchos traidores como él; antes reuníamos entre 600 y 800 votos; hoy no somos más de 200".

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