Lluís Pasqual, entre el 'coco' y la adhesión inquebrantable
Pocas semanas antes de la humillante derrota de los socialistas en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas, Lluís Pasqual ha visto renovado por otros tres años su contrato de director del Théâtre de l'Odéon-Théátre de l'Europe, uno de los cinco teatros nacionales que existen en Francia.Así pues, el director catalán se dispone a vivir una experiencia inédita y en cierta medida insólita en su carrera teatral: la de dirigir un teatro nacional bajo un gobierno de derechas (RPR-UDF), dependiendo de un ministro de Cultura y de un director general de Teatro ambos pertenecientes a la derecha francesa. Experiencia que no tendría nada de particular si no fuese por un artículo que Pasqual publicó en Le Spectateur Européen (número 2, enero-febrero de 1993), el boletín del Théâtre de l'Europe.
En su artículo, Pasqual hablaba de la España franquista, a la que -y citaba a Vázquez Montalbán- "le olían los pies", para acto seguido admitir que no es éste el caso de "la derecha republicana europea" (¿y la no republicana?), si bien ello no le impedía, decía Pasqual, "temblar de espanto" cada vez que oía pronunciar la frase "cuando la derecha regrese al poder", con esa "entonación plana, mecánica, que hace tan sólo unos meses habría producido un sobresalto a los que hoy la pronuncian".
Lo que más me sorprende del artículo de Pasqual no es su adhesión inquebrantable, por utilizar la jerga franquista, a la gestión del presidente Mitterrand y del ministro francés de Cultura, el simpático Jack Lang, adhesión capaz, al parecer, de silenciar la menor crítica -para qué: a fin de cuentas, a Pasqual no le han intervenido ningún teléfono desde el Elíseo y, además, lo han tratado espléndidamente-; lo que más me sorprende es su supuesta ignorancia de las relaciones de la derecha francesa con el teatro francés. No voy a mentarle a Pasqual el caso de Malraux, el gaullista que crea el Ministerio de la Cultura, que relanza la descentralización teatral e inaugura seis nuevos centros dramáticos nacionales. Voy, simplemente, a recordarle la breve etapa (de julio de 1975 a agosto de 1976) en la que Michel Guy, el creador del Festival d'Automne de París, ejerció el cargo de ministro de Cultura y gracias al cual un puñado de directores de gran prestigio y no precisamente de derechas, como es el caso del comunista Antoine Vitez, tuvieron por primera vez su teatro, un teatro subvencionado por un ministerio en manos del centro-derecha francés.
Quisiera también recordarle a Lluís Pasqual lo que dice Michel Schneider, el que fue director general de Música y Danza en el ministerio de Jack Lang, en su libro La comédie de la culture (Seuil, enero de 1993). Dice Schneider (página 24): "La izquierda pelea por los valores, la derecha por las poltronas". "Eso", dice Schneider, "es lo que yo creía". En el fondo, viene a decir Schneider, no hay diferencia entre unos y otros, entre izquierdas y derechas, y cita a Molière: "Nul n'aura de l'esprit, hors nous et nos amis" (Armando en Les femmes savantes). Y añade: "No pudiendo hacer que todos aquellos qui ont de l'esprit fuesen nuestros amigos, hicimos Pos socialistas] de modo que sólo nuestros amigos [socialistas y afines] se encargasen de controlar, subvencionar, de tener, en definitiva, l'esprit ". Definición inmejorable donde las haya de cualquier ministerio de Cultura, ya sea francés, español, de derechas o de izquierdas.
Sin censura
Quisiera ahora tranquilizar a mi amigo Pasqual y, en la medida de lo posible, aliviarle de ese temblor, de ese espanto que se apodera de él nada más pensar en el coco que se le avecina. No me atrevería a jurarle que no van a intervenirle el teléfono -desde Matignon o desde su propio teatro: la derecha supo siempre de esas cosas tanto o más que la izquierda-, pero sí me arriesgaría a asegurarle que, por el momento, van a respetar su contrato renovado por Jack Lang y que va a poder seguir como director del Odéon/ Europe sin problemas de censura por lo que a la programación se refiere. No diría lo mismo en cuanto a la asignación de casi 64 millones de francos anuales (unos 1.800 millones de pesetas) de que disfruta actualmente su teatro. Lo más probable es que esta cantidad disminuya considerablemente -como la de los restantes teatros, nacionales o no-, lo cual, con una plantilla de 109 empleados fijos como tiene el Odéon, es una verdadera lata y no va a permitirle firmar más contratos millonarios.Pero el verdadero problema para Pasqual llegará más adelante, y ello si no se le anticipa, lo cual, dada la actual situación política en Francia, es más que probable. Me refiero a las elecciones presidenciales de mayo de 1995. Con un Chirac o un Giscard d'Estaing como presidente de la República francesa, el Théâtre de I'Odéon-Théâtre de l'Europe podría perder su denominación de teatro europeo (un invento de Giorgio Strehler con el beneplácito, y el dinero, de Mitterrand) y pasar a convertirse en el Théâtre de l'Odéon a secas, bajo la dependencia de la Comèdie-Française, como tercera sala del primer teatro de Francia. Toda la información que poseo sobre el particular, incluida la opinión de algunos altos funcionarios de la Administración francesa, apunta hacia esa solución: desaparece el Théâtre de l'Europe y el Odéon es restituido a la Comédie.
'Free lance'
Total, que dentro de dos años, si no antes, Pasqual podría quedarse sin su teatro nacional, lo cual le colocaría en la ventajosa situación de un brillante director free lance al tiempo que le permitiría hacerse cargo de la dirección artística del Lliure que hoy le tiene vedada su condición de director del Odéon/Europe. Después del descalabro socialista francés, pienso que el lugar de Pasqual está en Barcelona, para con su prestigio encabezar una negociación, la de la nueva sede de la veterana compañía, que no será nada fácil, pero que puede hacer que la balanza termine inclinándose a favor de la justa reivindicación del Lliure.
Babelia
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