Mitterrand hace la esfinge
El presidente da a entender que la derrota socialista no va con él
Aislado políticamente y desprestigiado a nivel popular como ningún presidente de la V República lo había estado, François Mitterrand intenta transmitir una imagen de serenidad ante la brutal derrota socialista en la primera vuelta de las legislativas. Mitterrand no ha hecho ningún comentario, pero hace decir a sus colaboradores que seguira ejerciendo desde el Elíseo sus competencias constitucionales.
Esa serenidad -Mitterrand se fue a jugar al golf el lunes por la mañana como si en Francia no hubiera ocurrido nada la noche anterior- no puede ocultar que la amplitud de la derrota socialista sorprendió al presidente desagradablemente, como informaron en la noche electoral los periodistas de la agencia France Presse que cubren el Elíseo. Su margen de maniobra política. ahora es casi inexistente y su legitimidad está puesta en tela de juicio. A Mitterrand tan sólo le queda la legalidad, la estricta aplicación de la Constitución, que, en efecto, le da todo el derecho a terminar su mandato."No todo el mundo puede tener la categoría de De Gaulle", dicen estos días los líderes de la derecha en alusión a la dimisión del general cuando, en 1969, gamó por escaso margen un referéndum sobre la regionalización. Aquel resultado no obligaba a De Gaulle a abandonar el Elíseo; pero el general, sintiendo, como él dijo, que "no estaba en sintonía con los franceses", no quiso agarrarse a la letra de la ley.
Aparte del estrictamente constitucional, Mitterrand hace circular dos argumentos para justificar su resistencia. Uno es la necesidad de llevar a buen puerto el tratado de Maastricht. Sin su contrapeso, cree, la derecha se vería tentada por los demonios antietiropeos de muchos de sus militantes y electores. Otro es la conveniencia de dar tiempo a la izquierda para recuperarse de la derrota en las legislativas y tener alguna probabilidad de ganar la próxima elección presidencial.
El problema es que Michel Rocard, el único candidato actual de la izquierda a la presidencia, es quien menos gusta a Mitterrand. La rivalidad política y la enemistad personal de Mitterrand y Rocard tiene casi tres décadas de antiguedad. Inasequible al desaliento, Rocard, que el domingo puede perder su escaño, reiteró ayer que él será el candidato socialista a la presidencia.
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