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Ni tanques ni militares en las calles de Moscú

Extraño golpe de Estado ha dado el presidente ruso, Borís Yeltsin: ni un solo tanque en la calle, ni un solo camión militar, ni un solo soldado. Incluso había pocos policías en la calle ayer, como todos los domingos. Y como cada fin de semana, los parques se llenaron de parejas y niños.

Sólo en los alrededores de la sede del Parlamento -la Casa Blanca rusa- había agitación: dos Mítines antagónicos, que en conjunto no lograron reunir a más de 15.000 personas. Pero incluso allí el despliegue policial no recordaba ni remotamente al de las manifestaciones de la época de Mijaíl Gorbachov.Ninguno de los que presenciaron el golpe de Estado de agosto de 1991 podría haberse imaginado que en el balcón de la Casa Blanca rusa, en el mismo lugar desde donde Yeltsin y los demócratas arengaban a sus partidarios, aparecería uno de los autores de esa intentona y que sería recibido con aplausos.

Sin embargo, ayer se dio este cuadro surrealista y Anatoli Lukiánov, el jefe del Sóviet Supremo soviético, que dentro de veinte días debe ser juzgado por conspirar contra el Estado, fue aplaudido a rabiar por las seis mil personas congregadas en la plaza de Rusia Libre.

Banderas rojas comunistas y negras, amarillas y blancas del nacionalista Frente de Salvación Nacional se agitaban a los pies de la Casa Blanca. Como los demócratas hace casi dos años, los partidarios de la alianza nacionalista-comunista (rojopardos les llaman sus oponentes) llegaron ayer a la sede del Parlamento para defender a los diputados.

Los opositores más extremistas utilizaron como tribuna el balcón de la Casa Blanca. Entre ellos Víktor Anpílov, líder de los comunistas ortodoxos; Sazhí Umalátova, presidenta de la mesa permanente del Sóviet Supremo de la antigua URSS, y Alexandr Stérligov, líder nacionalista.

"El golpe de Estado que el presidente Yeltsin comenzó ayer no triunfará. La dictadura de Yeltsin no pasará", dijo el diputado Serguéi Baburin, líder de la oposición al Ejecutivo, arrancando un ovación al exigir que "todos los que han apoyado este golpe" sean juzgados.

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Agresión a un periodista

Entre los miles de personas reunidas bajo el balcón había grupos agresivos, que levantaban pancartas ofensivas contra el presidente -"¡Fuera del Kremlin, cerdo borracho de Yeltsin!"- y que incluso pegaron a un cámara norteamericano.

En el interior de la Casa Blanca, los partidarios del cese de Yeltsin organizaron numerosos estados mayores permanentes para reunir información y dar instrucciones a sus militantes. Donde había más movimiento era entre los nacionalistas agrupados en tomo al semanario Deñ de Alexandr Projánov y en el de los comunistas del nuevo partido que lidera Guennadi Ziugánov. Los demócratas, por su parte, se reunieron por la mañana frente a la alcaldía y, más tarde, marcharon hasta la Casa Blanca, donde la policía les cortó el paso para impedir que comenzara una batalla campal con los comunistas y nacionalistas.

En otros tiempos, Rusia Democrática reunía a cientos de miles de personas; ayer sólo unas 3.000 acudieron al mitin pro Yeltsin. Tampoco los nacionalistas y comunistas reunieron a muchos manifestantes. "Estos canallas son tal para cual", afirmó un viandante.

La mayor parte de los moscovitas no cambiaron sus costumbres dominicales: en el parque Sokóolniki se jugaba al ping-pong, en Izmáilovo funcionaba el rastrillo de objetos típicos rusos y en el parque Gorki los jóvenes se subían a las atracciones. Este panorama de la capital es esperanzador para algunos líderes centristas, ya que muestra que el enfrentamiento entre Ejecutivo y Legislativo no tiene por qué degenerar en una guerra civil.

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