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Los perros y gatos de Madrid deben llevar un 'carne de identidad'

Los 100.000 perros de Madrid capital y los 40.000 del resto de la región deben llevar desde el pasado 25 de enero una identificación mediante un tatuaje o la introducción de un chip bajo la piel. Y los gatos, también. Una tarea que parece inabarcable, teniendo en cuenta la inmensa población afectada. Aunque la ley no obliga a vacunar contra la rabia a los gatos -al menos 20.000 en la capital-, sí exige que tengan también su carné de identidad. Con esta medida se intenta evitar el abandono de animales y facilitar su control sanitario.

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La Dirección General de Agricultura y Alimentación de la Comunidad de Madrid llevará un registro donde conste el número asignado a cada animal, sus características y el nombre de su dueño. A partir de marzo, el Ayuntamiento emprenderá la campaña anual de vacunación antirrábica y, al tiempo, la de identificación mediante microchip. Esta técnica es prácticamente indolora (sólo un pinchazo) y barata. Vacuna y carné de identidad electrónico saldrán por unas 1.700 pesetas.Después de esta campaña, colocar el chip bajo la piel del cuello costará ya 5.000 pesetas como mínimo. El método tradicional del tatuaje es bastante más caro (10.000 pesetas como mínimo) y mucho más complicado y doloroso para el animal.

El microchip lleva impreso un número que se visualiza en la pantalla del lector (que tiene forma de pistola, como en los hipermercados). Ese aparato, instalado ya en las consultas de muchos veterinarios y en el Centro de Protección Animal del Ayuntamiento, viene a costar unas 90.000 pesetas.

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Con el nuevo sistema de registro se pretende (entre otras cosas) evitar que los animales sean abandonados por sus dueños, una infracción muy grave según las leyes autonómicas, que puede ser sancionada con una multa de 250.000 a 2.500.000 pesetas. La normativa data de febrero de 1990, pero hasta el momento no se ha condenado a nadie por abandonar a su mascota, ya que era prácticamente imposible saber a quién pertenecía.

Algunos de los canes que corren esa suerte terminan en la perrera municipal, donde, si nadie los adopta, son sacrificados. Paradójicamente, el centro se denomina "de protección" del animal.

En 1992 acogieron casi 3.000 animales de los que tres cuartas partes eran canes. Tienen un mes como máximo para encontrar un dueño. Sólo 506 perros lo consiguieron en 1992. Los gatos corren todavía peor suerte. De los 663 que pasaron por el centro 29 encontraron un nuevo dueño.

Como si lo supieran -quizás lo saben- reciben al visitante con ojos húmedos y lamen ansiosos cualquier dedo que asome en su celdilla. Los animales que no son acogidos reciben una sobredosis de pentotal sódico o, si son muy agresivos y se resisten a la inyección intravenosa, son enviados a las cámaras de gas.

Uno de los dos veterinarios que trabajan en este centro, Javier Polo, apunta una solución para evitar eutanasiar (no le gusta decir matar) a estos animales. "Hay que concienciar a la gente para que los adopte", dice Polo. "Uno de estos bichos les dará exactamente las mismas satisfacciones, y también los mismos problemas, que uno comprado y con pedigrí".

La mayoría de los animales que pasan por el centro municipal son recogidos en la calle -previa denuncia de algún vecino- por los laceros. Otros, como le ha sucedido a Luca, una pastor alemán sin pedigrí, son llevados allí por sus propietarios a causa de sus malas pulgas. Ha mordido a mucha gente y sus dueños han optado por deshacerse de ella.

Pilar Rodríguez, que crío a Luca y soportó sus gamberradas durante tres años, se muestra muy preocupada por el futuro de su perra. Sabe que si nadie la adopta morirá. "Todavía no sé qué les voy a decir a los niños", suspira. Pilar tiene dos hijos, de 16 y 13 años. "Quizá que se ha escapado", concluye.

Linda tuvo mucha suerte. Es una perra bonachona y se ganó la simpatía de los trabajadores del albergue de animales, que la salvaron y le dieron nombre. A cambio del plato de arroz con carne diario y caricias, cuida la finca cuando se van sus protectores. Además de los perros, gatos y pájaros, Linda convive con un burro, cuyo dueño lo dejó abandonado en la calle de Alcalá. Pero sin duda el bicho más exótico que ha pasado por el Centro de Protección del Ayuntamiento de Madrid ha sido Óscar, una boa constrictor que vivía en la calle de Silva y daba algún que otro susto a los vecinos.

De vez en cuando también reciben allí animales protegidos decomisados en las aduanas o por el Seprona (la unidad de la Guardia Civil para la protección de la naturaleza). Este organismo recogió el año pasado 800 animales, vivos y muertos.

Ayer mismo, el Servicio de Vigilancia Aduanera (SAV) requisó 28 ejemplares de mariposas protegidas que se exhibían en Alcalá de Henares, tasadas en unas 200.000 pesetas.

Entre los ejemplares decomisados por el SAV, que depende del Ministerio de Economía y Hacienda, se encontraban algunas rarezas, como un macho de Ornithoptera goliath, tasado en unas 50.000 pesetas. El entomólogo propietario de estas mariposas se enfrenta ahora a un delito de contrabando de especies animales protegidas, que en este caso podría suponer una multa de 100.000 a 300.000 pesetas.

Cuando se van los chuchos?

El Centro Municipal de Recogida y Protección de Animales del Ayuntamiento de Madrid ocupa una parcela de 12.000 metros cuadrados junto al campus de Cantoblanco. El terreno es propiedad de la Universidad Autónoma de Madrid, que destinará el espacio a edificios para la investigación cuando consiga que el Ayuntamiento traslade la perrera. La expansión del campus ya ha alcanzado su linde, donde ya se alza el futuro Instituto de Investigación de Materiales.Desde 1988, las autoridades universitarias han emprendido diversas e infructuosas gestiones para recuperar el terreno que ocupa el Ayuntamiento desde principios de los años setenta. El año pasado, por fin, el Ayuntamiento destinó una finca en la carretera de Burgos para construir allí un nuevo centro. Levantar una perrera moderna costaría unos 300 millones de pesetas, pero las menguadas arcas municipales hacen inviable el proyecto a corto plazo.

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