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Las vías de unión de la izquierda

La corrupción financiera acaba de apartar de la vida política a uno de los hombres de Estado más importantes de Italia, al mejor presidente del Consejo de Ministros de su país en el último cuarto de siglo. El Partido Socialista Italiano (PSI) parece herido por la caída del jefe que lo había reconstruido, pero, en realidad, su situación actual es mejor que la anterior. La caída de Craxi ofrece a la izquierda italiana la misma perspectiva que la caída del muro de Berlín a la reunificación alemana: la ampliación a través de la unión. Mucho peor que el desvío de fondos ha sido el desvío político de Craxi, quien continuó enganchado al carro de la Democracia Cristiana durante más de 20 años. Liberado de su conductor, el PSI gira finalmente a la izquierda.Italia está actualmente representada en el Grupo Socialista del Parlamento Europeo por tres partidos: el Partido Socialista, el Partido Socialdemócrata y el Partido Democrático de la Izquierda -el antiguo Partido Comunista de Italia (PCI), que con el cambio de nombre concluyó el proceso de democratización iniciado por Berlinguer hace un cuarto de siglo-. El enorme error político de Craxi ha sido no comprender que esta transformación del ex PCI, convertido en PDS, ha cambiado totalmente el sistema de partidos italiano. La unión en Bruselas y Estrasburgo de los tres miembros italianos de la Internacional Socialista no tendrá más remedio que prolongarse a Roma, donde los huérfanos de Craxi están ya pensando en ella.

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Pero el PDS puede ampliar está unión hacia la izquierda. En primer lugar, mediante una cooperación con los refundadores comunistas, que se han escindido del PCI a raíz de su cambio de nombre y que representan de un 5% a un 6% del electorado. En segundo lugar, con los ecologistas, cuyas relaciones con el PCI-PDS siempre han sido buenas. Finalmente, con ciertos grupos de liberales y radicales laicos, incluso con ciertos cristianos de izquierda. Achille Occhetto, que desde hace tres años guía la democratización de los antiguos comunistas italianos, dispone de una organización de base y de una situación estratégica excepcional para dar a la izquierda italiana una unidad que jamás ha tenido. Muy debilitada por los problemas derivados de la transformación del PCI y por la actual descomposición del PSI, la izquierda tiene más posibilidades de renacer que en otros países.

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En Francia, las próximas elecciones legislativas pueden hundir a la izquierda en un terrible fracaso más achacable a las divisiones internas del PS que a los escándalos financieros. Pero el único líder del PS que conserva su popularidad acaba de exponer un proyecto tan audaz que ha merecido la calificación de big bang, onomatopeya que designa la explosión inicial de la que supuestamente nació el universo: Michel Rocard, futuro candidato a la sucesión de Franoçois Mitterrand, sueña con una alianza que iría desde los centristas a los refundadores comunistas y que englobaría a los socialistas y a los ecologistas. Lo interesante es que los únicos que han respondido con un rotundo no han sido los primeros, el resto se ha sentido atraído.

De los partidos socialistas de los tres grandes países del sur de la Comunidad, el más fuerte es el español, aunque los sondeos de opinión sugieren que su combate en las próximas elecciones no va a ser fácil. Ninguno de sus congéneres mediterráneos dispone de un jefe tan carismático, experto y popular ni de una organización tan fuerte y disciplinada. Pero tampoco él puede evitar tener en consideración y preparar una cooperación de la izquierda que condicione el futuro del socialismo en toda Europa.

A medio plazo, la izquierda necesita un programa de gobierno en el que los puntos fuertes deben ser, evidentemente, la lucha contra el paro y el reforzamiento de la Comunidad. A largo plazo, el problema crucial del socialismo es el de reconstruir una doctrina que el fracaso del comunismo y la esclerosis de la socialdemocracia obligan a reconsiderar de arriba abajo. No se trata de cambiar de nombre, como piensan Ralph Dahrendorf y otros intelectuales no socialistas. Se trata de cambiar de proyecto.

Maurice Duverger es profesor emérito de la Sorbona y diputado por Italia en el Parlamento Europeo.

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