Educado para no quejarse
Cuentan en la Clínica Universitaria de Pamplona que don Juan de Borbón es un enfermo ejemplar. El personal médico ha llegado a establecer con él, en estos seis meses en los que ha estado recibiendo tratamiento médico, unos vínculos estrechos y cordiales.Hasta el momento de entrar en esta fase de sedación, don Juan conocía el nombre de enfermeras y doctores uno por uno y se interesaba a menudo por sus circunstancias familiares.
Ha sido, se comenta entre el personal del centro sanitario, un paciente en su sentido literal, dispuesto a hacer más fácil en lo que de él dependía el trabajo de los demás.
"Lo que tenga que hacerse hagámoslo ahora", solía decir don Juan al personal sanitario que le atendía ante el anuncio de una cura, una exploración especialmente molesta o la ingestión de un fármaco.
Consciente, una enfermera, de que el cauterio que le estaba practicando era molesto y de que la imperturbable paciencia de don Juan no era un síntoma de insensibilidad al dolor sino fruto de un esfuerzo de autocontrol, dicen que le dijo: "Quéjese, señor". Y cuentan que ésta fue la respuesta de don Juan: "No, me educaron para no quejarme".
Expectación
La expectación en los alrededores de la clínica, no hace falta decirlo, es muy grande. Diariamente llegan hasta los ayudantes de don Juan cientos de testimonio de respeto y simpatía hacia el padre del, Rey.Pero a veces, es don Juan Carlos en persona el que coge el teléfono. Fue lo que le sucedió el pasado miércoles al alcalde de una pequeña localidad, que llamó a la Clínica Universitaria para intersarse por la salud de don Juan y que fue informado personalmente por el monarca.
La gente mira con curiosidad y cierta simpatía el enorme despliege que han montado los medios informativos en las inmediaciones del centro sanitario.
