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Sesenta 'monos' en el 'talego'

Debate entre los presos toxicómanos de la cárcel de Carabanchel

Francisco Peregil

Participar en un programa de desintoxicación en la cárcel de Carabanchel es un privilegio que sólo pueden alcanzar 130 de los 2.500 reclusos. Durante los tres o cuatro meses que pasan allí -es la media que permanece recluido un preso de Carabanchel antes de salir o de ser trasladado a otra prisión- redactan revistas, fabrican cerámicas, les enseñan oficios y, sobre todo, aprenden cómo han de prevenir el sida y en qué centros pueden desintoxicarse cuando salgan. En las terapias de grupo, sentados en círculo, con chándal, pepsi-cola de lata, zapatillas, vaqueros y cigarrillos, intercambian experiencias, consejos y advertencias. Muy bonito, pero nada idílico.Las críticas al sistema -pertitenciario y administrativo en general- suenan de forma contundente a poco que se escuche a los presos de Carabanchel. Un redactor de este periódico asistió a una terapia en la que dialogaron durante más de media hora 15 reclusos. Después se sumaron otros 15 y el periodista tuvo la oportunidad de plantearles algunas preguntas. Sillas con pupitre incorpora do, como unas veinte; encima de ellas, otros tantos chándales y vaqueros, con papel y boli para apuntar la asistencia que ofrece el Estado a los enganchados a la droga. Copian las palabras de Isidro, el moderador y psicólogo, que abre el turno para que cada uno cuente qué centros de rehabilitación prefiere.

Un preso, locuaz, con barba de tres días:

-A mí me gustó mucho el de Proyecto Hombre [asociación vinculada a la Iglesia católica] -Pues a mí no -espeta uno delgado, barba de cinco días- Salen con un coco muy raro. En vez del Proyecto Hombre parece el Proyecto Madre. Te ven por ahí después, habiendo sido colegas, y no te saludan, como si te los fueras a comer, y tampoco es así, hombre.

-Pero eso me parece bien, colega -de nuevo el locuaz ole barba de tres días-. Y me ocurrió con mi mejor compadre. Estuvo un tiempo en Proyecto Hombre, después me lo encontré en el metro con su madre, fui a saludarle y el tío pasó de mí. Me sentó muy mal, ¿no? Pero al cabo de cinco años, el chaval,ya curado, vino a casa y me explicó por qué lo había he cho. Y yo lo comprendí, coño.

Otro, con un gorro en la cabeza.

-Pero llega un momento, tronco, en el que si tú no estás con Dios o con el rollo, ¿qué haces allí?La ayuda de DiosIsidro quiere que un rubio andaluz de metro noventa, hombros anchos, piernas cruzadas, cuente su experiencia con los evangelistas.

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-Psss -el rubio- Yo, ¿qué quieres que te diga? -Tenues sonrisas de los demás- Entré allí sin ganas, y me sirvió de mucho. Estuve 11 meses, ahora he tenido que pagar [cumplir con dena] una cosa y la palabra de Dios me está sirviendo.

-Claro,es que tienes que poner de tu parte.. -dice el locuaz, mientras otro, con bigote, le responde.

-Escúchame, haz el favor.

-Es que si no...

-¿Me quieres escuchar?

-insiste el del bigote.

-Nada vale si no pones voluntad...

. -Escúchame te digo. Yo fui a los evangelistas, y me dio una trombosis; se me formó un coágulo en la parte derecha del cerebelo. Me acusaban de que yo no hacía nada, de que pasaba de todo; y el líder me decía que con la palabra de Dios se me quitaba. Me llevaron a un médico del pueblo cuando ya tenía todo el brazo derecho inmovilizado. Cuando me vio mi mujer se creía que me había comido 30 roinones [pastillas]. Y la comida que me daban, no es que estuviera caducada, es que sólo había bizcochos de esos, Mildred, o como se llamen, que abrías uno y salían gusanos. Y a las seis de la mañana te sacaban a cantarle a Dios y a la Virgen con la guitarra -menea la mano derecha como si se sacudiera migas y los demás se ríen. Alguien introduce el problema de las listas de espera que se encuentra en los organismos dependientes del Ayuntamiento. Otros le apoyan -"Claro, eso tenía que ser como un ingreso de urgencias"- y el moderador no se rinde.-No estoy de acuerdo. Es lamentable que haya listas de espera, pero no es bueno que os den todo lo que necesitáis urgentemente, porque vosotros os movéis por esos impulsos, y si en ese momento justo te ofrecen el tratamiento y tú no sabes esperar un poco, al otro día, si te dicen que te encierres con tus padres en casa, te escaparás.-No, no... Tú no te das cuenta porque no has estado enganchado.

Le llega el turno de las preguntas al periodista.

-¿Quién lleva sólo dos meses en prisión?

-Yo -responde un recluso melenudo.

-¿Dónde pillaba droga antes de entrar?

-En los Pies Negros.

-¿Cuánto le costaba un gramo de heroína?

-Siete mil pesetas.

-¿Cuánto le cuesta aquí?

-Miradas sonrientes entre ellos, cuchicheos y risas.

-Veinte mil pesetas -responden varios casi al mismo tiempo- Y normalmente te dan menos de un gramo.

-¿Y la coca?

-En la calle, 6.000 pesetas el gramo. Aquí, 15.000.

-¿La gente que les reparte droga en las galerías son los que tienen el poder sobre ustedes? -Silencio y risas- ¿Por qué se ríen?

-Porque es verdad -responde Jorge.

-¿Hay muchas jeringuillas?

-Qué va, con una se chuta toda una galería, aunque la lavamos con lejía.

-¿Cómo pasan el mono?

-Tirados en el patio -cuenta Rogelio- Yo me he pasado 36 horas sin dormir, molestando a otros compañeros, y sólo me daban pastillas para la cabeza.

Habla otro preso.

-Lo más importante no es el mono, porque casi todos nosotros hemos pasado 60 monos. El problema es que hay limitaciones de tiempo. Sólo podemos venir un número reducido de gente y a la una se acaba todo, vuelves a la galería buscando papelinas.

-Venimos aquí para quitarnos del patio, que ahí lo único que haces es pasar frío y pensar en pillar droga.

Una asistente indignada pide la palabra.

-Me parece mentira que haya gente que diga eso, cuando ha pedido más de cuatro veces nuestra ayuda.

-Hombre, habrá quien venga por quitarse del patio -interviene otro preso- y habrá quien lo haga unos días por quitarse del patio y otros días porque lo necesite de verdad.

Son la una y cuarto de la tarde, un funcionario les avisa de que el comedor lleva abierto 15 minutos y sólo hay tiempo para una pregunta.

-¿Cuántos de ustedes rezan?

Ocho levantaron la mano. Casi todos ellos habían pasado por centros evangelistas.

El mejor método contra la heroína

Tras media hora de debate sobre cuál sería el mejor sistema para desintoxicarse, el moderador toma la palabra: "Está claro que cualquier conversión grande, ya sea, un partido político o una religión, puede servir para desintoxicar. Unos emplean técnicas más fuertes y otros menos, aunque es cierto que la asistencia médica puede ser el punto débil ole, casi todos". -Todos respondian que sí, desde luego, que sí, y alguien habló de los centros de atención al drogodependiente (CAD, hay siete en Madrid, todos pertenecientes del Ayuntamiento de Madrid).

"El CAD", habla el recluso José María, "sería lo ideal si no hubiera listas de espera; pero a mí me daban cita para un mes y yo estaba que me moría. Es que, de vez en cuando, uno tiene momentos de lucidez, y eso es lo que tienen que aprovechar en estos sitios. Yo fui con el mono, me dieron una charla y me dijeron: 'Ven a las dos horas'. Me marché a pillar".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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