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Unas sombras más pesadas que las luces

Admite Laurent Fabius, primer secretario socialista, que ha habido "luces y sombras" en los 12 años de presidencia de su maestro político, FranQois Mitterrand. El problema de los socialistas es que los franceses no van a tener en cuenta sus "luces" y van a hacerles pagar muy caro las "sombras". Y es que, como dice la líder sindicalista Nicole Notat, los socialistas "han conseguido grandes éxitos donde nadie se lo esperaba y han fracasado en los temas en que más esperanzas habían despertado".Llega Francia a la recta final de la campaña electoral con un millón más de parados que en 1981, el año en que Mitterrand entró en el Elíseo. Los franceses no esperaban esto del partido del puño y la rosa. El resentimiento popular por este hecho pesa mucho más que las victorias socialistas en materia de lucha contra la inflación, sol¡dez del franco, mejora de la productividad de las empresas, revalorización de la Bolsa de París y modernización de las infraestructuras del país.

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El secreto de esta diferencia de peso estriba en que, como señala el arialista político Laurent Joffrin, "los firanceses que votaron socialista no lo hicieron para que se hiciera una gestión tecnocrática que la derecha también podría haber realizado. El pueblo de izquierda se creyó el eslogan socialista Cambiar la vida".

Llegan los socialistas a las elecciones con muchos de sus líderes -Laurent Fabius, Henri Emmanuelli, Bernard Tapie y otros- implicados en todo tipo de escándalos. Incluso Pierre Bérégovoy ha visto ensuciada su reputación de honestidad por un préstamo sin intereses recibido de un empresario corrupto. Y, como recuerda Joffrin, "si incluso los franceses más escépticos esperaban una cosa de los socialistas era que moralizaran la vida pública".

La ética, elemento clave Así que, como proclama Michel Rocard, "la derecha no va a ganar las elecciones, sino que los socialistas van a perderlas por no haber cumplido sus promesas y por no haber dicho siempre la verdad". La ética es el elemento clave de los comicios. Y frente a ello poco puede el que los socialistas recuerden que también se preocuparon por los más débiles, que redujeron a 39 horas la semana laboral, que establecieron la jubilación a los 60 años, que crearon el impuesto sobre las grandes fortunas o que establecieron una renta mínima de inserción para los que no tienen nada de nada.

Llegó Bérégovoy al hotel Matignon hace menos de un año para enderezar el rumbo tras la severa derrota socialista en las elecciones regionales. Ha tenido muy poco tiempo y casi todo le ha salido mal.

Elegidos para cambiar la vida, los socialistas están a punto de comenzar su retirada del poder -Mitterrand les sobrevivirá todavía un par de años más- reconociendo que la vida les ha cambiado a ellos. El diputado socialista Michel Pezet dice: "Hemos adoptado todos los valores de la burguesía: la conversión en monarca del presidente de la República, el culto a las apariencias, la sacralización del dinero y la moral que se predica pero no se practica".

Los franceses han identificado a los socialistas con la suciedad de la sangre contaminada, el dinero negro y las colas del paro. Por eso, el gaullista Jacques Chirac pone de relieve lo limpia que tiene París, la ciudad que administra. Por eso, el mejor elogio que el ecologista Brice Lalonde ha podido hacerle a Rocard es afirmar que es "el único político tradicional limpio". Entre Chirac y Rocard puede jugarse el futuro inmediato de Francia, pero en el horizonte apunta ya una nueva generación de líderes con las manos impecables encarnada por Lalonde y Bernard Kouchner. Ellos son la esperanza de la izquierda. francesa para el año 2000.

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