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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Madrid, espejo oscuro

EL PARTIDO Popular pretendió hacer de su gestión al frente del Ayuntamiento de Madrid el espejo de su alternativa política para toda España. Pero, de momento, lo que se refleja en el espejo es una suerte de incoherencias y de tics autoritarios que, además de mostrar las dificultades inherentes a la gobernación de una gran urbe, pone de manifiesto algo políticamente más preocupante para los conservadores: los obstáculos para llevar a la práctica la opción de poder que ofrecen a la sociedad, basada en un mensaje centrado y moderado.La crisis del Alfil (independientemente del asunto en sí) es un caso paradigmático de esta dificultad: la paralela defenestración de Ángel Matanzo -concejal populista y de ideología ultraderechista- y de Pedro Ortiz -concejal representante del ala centrista del PP- ha sido una decisión salomónica para salir del pase, que no ha resuelto el problema de fondo: la compleja cohabitación, en el seno del partido mayoritario de la oposición, de sensibilidades políticas tan contradictorias como las de estos dos concejales. Para el PP es, sin duda, una dificultad, pero más lo es para los ciudadanos comunes. Esta contradicción no augura, como manifiesta la crisis del teatro Alfil, una forma razonable y coherente de acercarse a las cuestiones cotidianas y darles solución. Hacer rodar cabezas buscando el equilibrio simétrico de tendencias es consolidar el caos y limitar la eficacia de la gestión.

Los estudiosos de la gran ciudad han señalado su realidad antinómica, sometida a tendencias negativas y positivas, y han atribuido a las políticas públicas -sociales y urbanísticas- un papel preponderante a la hora de impedir que las primeras acaben ganando la partida a las segundas. La duda es justamente ésta: si el Partido Popular, en el tiempo que lleva de gestión municipal, ha sido capaz de controlar las tendencias negativas de Madrid e impulsar las contrarias.

Los grandes gastos del mandato CDS-PP -túneles y pasos- lograron un arrastre electoral y contribuyeron a la victoria de José María Álvarez del Manzano en las elecciones de 1991. Pero han dejado a los madrileños un Ayuntamiento endeudado, deprimido, que recorta los gastos sociales (ayudas a drogodependientes, asistencia a los ancianos, centros de formación...) y que ha arruinado la tradición festiva y alegre emprendida por el alcalde socialista Enrique Tierno Galván. Hace unos días, la concejal de Cultura se jactaba de la reducción del presupuesto para el carnaval y explicaba que no hay que invertir en "actos efímeros". Toda una declaración ideológica: el PP parece ver al ciudadano como una persona que duerme, circula y paga impuestos municipales (cada vez más, por cierto, pese a las promesas).

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La incoherencia y la contradicción se manifiestan en muchos campos: cuando, por un lado, se aplica una vigilancia rayana en lo obsesivo a las actividades lúdicas y de ocio, negando permisos y precintando locales públicos (incluso el televisor de un bar), y, por otro, nadie se percata del riesgo que supone la instalación de un andamio desproporcionado sobre la deteriorada marquesina de un cine; o cuando se hace gala de una actitud dura frente al tráfico de drogas y se desmantela sin más un mercadillo gitano, despreocupándose de facilitar a los afectados otras formas de vida que no sean delictivas, acordes con su tradición ambulante.

El tráfico ha mejorado levemente en Madrid en las últimas fechas, pero mal puede arrogarse este éxito el equipo de gobierno, que no ha tomado ninguna medida para ello (salvo los pasos subterráneos, que simplemente cambian el atasco de sitio). La subida de la gasolina, la crisis económica y, sobre todo, los nuevos tramos de la M-30 y la M-40 (que pertenecen a la Administración central) han aliviado la congestión del centro, al que, no obstante, se pretende atraer a más vehículos con nuevos aparcamientos. La opción de los ediles populares ante el problema del tráfico es muy simple: la de "todo para los automóviles privados", una elección apasionadamente defendida por la opinión más conservadora, quien acaba de calificar de ¡atentado contra la democracia! la propuesta de Izquierda Unida de celebrar una consulta, sólo orientativa, entre los vecinos afectados por la muy importante reforma de la plaza de Oriente.

Entretanto, la publicidad sigue apoderándose de las fachadas; las calles están cada día más sucias; las rehabilitaciones del casco antiguo, paralizadas; la Policía Municipal hace la vista gorda ante los vehículos aparcados en doble y triple fila que entorpecen el camino de coches y peatones, y los órganos gestores no dan abasto para cobrar las multas que se imponen, lo que ha generado una sensación real de impunidad. Entre tanto marasmo y confusión, casi pasan inadvertidos, afortunadamente, los disparatados ejemplos escultóricos que cubren una amplia gama del mal gusto: desde violeteras a cabras hispánicas.

Es comprensible que el líder del PP, José María Aznar, no se atreva a mencionar a Madrid como ejemplo del buen gobierno que promete su partido.

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