La danza censurada
Alfonso del Real escogió el nombre de su café-teatro guiado seguramente por los designios del subconsciente, como si entre los miles de palabras que ha pronunciado en la escena se le hubieran remanecido ahora las notas árabes de una onomatopeya festiva. Zarabanda.
Dice la primera acepción del diccionario que zarabanda es una "danza popular española de los siglos XVI y XVII, que fue frecuentemente censurada por los moralistas". Alfonso del Real puede acogerse a esta acepción, que ya le prevenía de la clausura, la restricción, la vigilancia.
La concejal Mercedes de la Merced ha preferido en cambio lo que el diccionario acepta en esa misma palabra, cuarta acepción, como lenguaje figurado: "Cualquier cosa que causa ruido estrepitoso, bulla o molestia".
Ya se ve que la expresión aúna desde antiguo la diversión por un lado y la censura por otro (algo bueno tendría el baile aquel, cuando lo maldijeron).
Y sin embargo el estrépito, la bulla y la molestia la causan también el carnaval del sábado, la cabalgata del rey Matanzo, las bocinas de los atascos o el pregón de san Isidro.
La zarabanda de Chamberí o la del Alfil atraen la censura de sus vecinos, cuya voz se escucha en el estruendo; lo mismo que los Centros de Atención a los Drogodependientes (los ya olvidados CAD), que levantaron protestas atendidas con diligencia. La incineradora de Valdemingómez o el paso subterráneo de Alfonso XIII, en cambio, han formado un estrépito mayor y nadie presta oídos. "No me griten, que no les oigo", les dijo el alcalde en un pleno.
Zarabanda se puso en marcha para divertir, después de que Alfonso del Real invirtiera una millonada de sus ahorros. Y una vez dispuesta la danza, los moralistas del siglo XX la han censurado. Podían haber avisado al actor desde el principio, cuando empezó los trámites, para que no se gastara un dinero inútil. Alfonso del Real, derechista desde antiguo, no habría montado entonces una zarabanda de izquierdas.
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