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Plensa en París

Victoria Combalia

Piensa es un escultor que no siempre me ha convencido (en contra, por cierto, de una apreciación casi unánime, todo sea dicho), porque creo que tiende, en ocasiones, a cierto efectismo producido simplemente por la gran escala de sus esculturas. Aquí, sin embargo, las tres grandes obras eran susceptibles de ser calificadas como piezas de museo, y los collages llenos de interés. La obra titulada M consiste en cuatro papeleras en bronce (a las que se les ha dado una pátina negra), de forma reticulada, colocadas una encima de la otra y con una gran red negra encima. La red está hecha con malla de nailon bañada en silicona, para darle -según el artista- una consistencia más orgánica.La idea de doblar el concepto de retícula nos parece original, y lo que le da su mayor atractivo a la escultura es el haber logrado aunar ligereza y monumentalidad. Evidentemente, uno no puede dejar de evocar la Columna sin fin de Brancusi, pero aquí nos hallamos ante objetos próximos al entorno industrial que, por el hecho de ser vestidos al bronce, quedan inmediatamente enaltecidos. Lo que le interesa a Plensa es materializar el espacio que existe entre ellos.

Jaume Plensa

Galeria de France (52, rue de la Verrerie). París. Hasta el 6 de marzo.

En la obra titulada Memoires jumelles coloca un hierro que, a modo de tensor, sujeta 10 pares de objetos colocados a ambos lados de la pared. El espectador, cómo no, se pregunta si los objetos se aguantan por pura presión, se inquieta por este ambiguo equilibrio entre lo sólido y lo frágil y retiene en su mente, a buen seguro, esta imagen de emparrado industrial.

Plensa presenta también unos collages con fotografías sobre papel blanco y con un papel vegetal blanco encima. En otros utiliza una técnica similar a la de sus dibujos con relieve, que se consigue con un proceso de contracción de agua produciendo efectos similares a los de ciertos grabados. Con ello, Plensa demuestra su excelencia en la obra aparentemente menor, como el dibujo y el grabado, confirmada a la vista de los refinadísimos grabados que pudimos ver en Arco, en donde Plensa jugaba con la idea de transparencia.

La composición a veces dispersa de fotografías de objetos cotidianos recuerda a los collages de 1933 hechos por Miró, pero Plensa investiga también otras soluciones, como la de colocar unos cartones ondulados debajo de cada fotografía, lo que da al conjunto una sutilísima sensación de bajorrelieve. Así que Plensa ha conseguido, en esta ocasión, tocar bien todas las teclas: la gran escala y la pequeña escala, la propuesta de nuevas ideas resueltas con inteligencia y poesía. Todo un éxito.

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