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El alcalde zanja la crisis

"Mis Iágrimas regarán Madrid"

Ángel Matanzo acudió al salón de comisiones de la Casa de la Villa minutos después de que José María Álvarez del Manzano le destituyera. Habló con los periodistas y se acordó de la Virgen. "Cuando salga este año en la procesión de la Paloma, mis lágrimas regarán Madrid". Entonces se calló. Se había percatado de que el próximo 15 de agosto ya no presidirá la procesión. Rompió a llorar. El alcalde estaba en la otra punta de la sala y Matanzo se dirigó hacia él tratando de contener las lágrimas. El ambiente se hizo tenso durante cinco segundos. ¿Qué iba a pasar? En medio de la expectación general, el concejal se abrazó a Álvarez del Manzano y le lloró su rabia en el hombro. ¿Le habría perdonado?.La incógnita sigue. A las diez de la mañana, antes de que el alcalde hiciera pública la destitución, Matanzo aseguraba: "Yo no puedo aceptar un cargo que no ha existido nunca [asesor]. ¿Acaso voy a estar de botones?"'.

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A la una de la tarde, minutos después del abrazo fraternal, Matanzo pensaba de otra manera. "Tengo que convencerle [al alcalde] de que a lo mejor es buena su idea, pero debe recuperar el área de abastos y consumo como estaba antes [con competencias] para que no vuelva una colza y para demostrar que lo mismo sé trabajar en la calle que en el despacho".

Álvarez del Manzano acudió a la junta de Centro a justificar a los funcionarios la destitución de Matanzo y a presentar a la nueva presidenta del distrito, María Antonia Suárez. "Estimo las muchas horas de trabajo, el esfuerzo y la dedicación de Matanzo, pero me parecía conveniente producir este relevo para el trabajo de equipo", les explicó el alcalde. "SI alguien no juega para el conjunto, aunque cumpla con su obligación, produce una acción perturbadora", adujo.

Las lágrimas de Matanzo se contagiaron rápidamente a sus colaboradores, con los que se encerró en la junta después de que el alcalde se marchara. Por la tarde fue a uno de sus rincones favoritos del centro, el restaurante La Tacita de Plata. Allí acudieron policías municipales "a ponerse a sus órdenes" y allí recibió la solidaridad de algunos bomberos, una asociación de artesanos, vecinos del distrito y dos concejales. "Nos han hecho polvo", le decía una señora en la calle.

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