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Una estupenda tarde de toros

Cobaleda / Padilla, Delgado, Trujillo; San Martín

Novillos de Caridad Cobaleda, bien presentados y muy encastados. Juan José Padilla: metisaca, estocada atravesada y cinco descabellos (silencio); estocada trasera (oreja). Luis Delgado: estocada perdiendo la muleta y rueda de peones (oreja); pinchazo saliendo volteado, tres pinchazos más, estocada trasera y descabello (aplausos y saludos). Juan José Trujillo: estocada trasera (petición y dos vueltas al ruedo); dos pinchazos y estocada (ovación). El rejoneador Fernando San Martín: un rejón trasero (petición y vuelta).

Plaza de Valdemorillo, 8 de febrero. Quinta corrida de feria. Lleno.

Una novillada a la atigua: así de interesante y estupendo fue el festejo de Valdemorillo. Y quien dice a la antigua, quiere referirse a un par de décadas atrás, cuando había novilleros con auténtica vocación torera, dispuestos a asumir todos los riesgos que esta profesión conlleva. Luego unos reunían las mucha condiciones que son necesarias para triunfar y tenían suerte, o no las reunían y les retiraba el infortunio; pero todos salían dispuestos a ofrecer lo mejor de sí mismos, no importaba que el fiero instinto del toro encastado desbordara su rudimentaria técnica, y los lanzara al aire como peleles.De esto -toreros vocacionales y toros encastados- apenas se ve ahora, mas queda una esperanzadora reserva, según se pudo apreciar en la tarde valdemorillana. Los novillos de Cobaledad aportaron la emoción de su casta indómita y los novilleros pelearon bravamente para vencer sus dificultades El primero alcanzó cuatro veces a Juan José Padilla -icuatro!, se dice pronto- y ni volteretas ni batacazos le arredraron en absoluto. Luis Delgado también sufrió peligrosos acosones y no por eso dejó de ensayar el toreo puro. Juan José Trujillo se volcaba sobre los morrillos para ejecutar el volapié. Incluso el rejoneador, Fernando San Martín, que salió a la palestra a mitad de la corrida, ofreció una versión muy correcta y segura del arte de rejonear.

El festejo entero transcurrió argumentado y ameno. Los novilleros no perdieron los papeles, pese a sus lagunas técnicas, y aún se recrecían ante las dificultades. Padilla citaba descolocado y ese fue el motivo de que el primer novillo se le viniera encima, pero corrigió los errores en el cuarto y pudo sacarle una faena variada.

Luis Delgado hizo sin concesiones el toreo puro. Planteó sus faenas de poder a poder, frontal el cite y la muletilla adelantada, para cargar la suerte cuando metía la cabezada el toro y vaciarlo en el puntual tercer tiempo del muletazo. Es un caso de valor y de dignidad torera, este Luis Delgado, cuya corta estatura y feble cuerpecillo, lo hacen parecer un muñequito indefenso delante de los novillotes.

El toreo, según los cánones: así lo entendió también Juan José Trujillo, que instrumentó pases de repertorio y mató con rara perfección" "haciendo la cruz", que decían los clásicos. A su primer toro lo tumbó de una estocada. Tres veces hubo de entrarle al sexto, y debieron darle tres orejas pues, según opinaban los aficionados antiguos (éste es testimonio del maestro Corrochano), ejecutar tres veces con estricta verdad la suerte suprema, tiene más mérito que una.

Y, además, caía dulcemente el sol en la estupenda tarde, confortando los cuerpos místicos de la afición conspicua y festoneando de fulgentes oros las abigarradas gradas del Magnun valdemorillanus coliseum aguirrensis. Un coso de quita y pon, parte importante de la reciente historia valdemorillana y de muchos otros pueblos a donde lo llevan, para que haya fiesta. Por si se perdiera en el camino, Víctor Aguirre, su propietario, ha tenido la precaución de poner en todas las puertas y burladeros su nombre, dirección y teléfono, con caracteres catastróficos. Sólo le falta el NIF.

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