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Tribuna:
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Marañón por CCP

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis escribe un perfil apasionado y profundo de Gregorio Marañón, fundador de la endocrinología española y autor de más de 1.000 estudios científicos. Su nieto responde así a la nota de Carlos Castilla del Pino, en el coleccionable Los mil protagonistas del siglo XX, publicado por EL PAÍS.

Nunca hasta hoy he querido escribir sobre Marañón. Mi relación familiar, añadida a mi escasa autoridad, me imponían el silencio sobre su figura pública. Si ahora rompo este propósito, tras la lectura de la referencia biográfica que sobre Marañón se publica en el coleccionable de EL PAÍS, es precisamente por esta última circunstancia. La visión de CCP, siglas con las que firma el encargado de retratar a Marañón, deja de ser una opinión personal para presentarse como la de EL PAÍS, dado el carácter enciclopédico de la obra. En consecuencia, mi vinculación al periódico me impulsa a distanciarme públicamente de la versión que el coleccionable ofrece sobre Marañón, una versión rechazable por su inconsistencia y por su falta de objetividad, por lo que dice y por lo que no dice.Comienza la nota biográfica con una afirmación rotunda: "Desde la medicina quiso ser más que un médico, mucho más". Al lector ignaro de quien fue Marañón no se le aclara ahora, ni luego, como veremos, si logró colmar tanta ambición, si finalmente la medicina le sirvió como trampolín para tanto "querer ser". La realidad es que la vocación médica de Marañón le llenó plenamente, dedicándose a su ejercicio e investigación mañana y tarde hasta el último de sus días. Lo demás, deseáralo o no, ciertamente lo fue, pero por añadidura y en sus horas libres. Como él mismo escribió, "por seguir yendo todas las mañanas al hospital no he sido otras cosas más brillantes, de lo que nunca me alegraré bastante".

La nota continúa constatando que Marañón "nació. a la medicina al mismo tiempo que la endocrinología". No cabe frase más inane ni menos generosa. Es evidente que todos los médicos contemporáneos de Marañón, ya fueran cirujanos o dentistas, nacieron a la medicina al mismo tiempo que la endocrinología, por lo que este comentario nada añade al conocimiento del biografiado. Quizá pudo haber reconocido CCP que Marañón "fúe el fundador de la endocrinología española" (A. Schüller) o que "aportó descubrimientos decisivos en el campo de la diferenciación sexual, la patología suprarrenal, la patología tiroidea, la nutrición y el metabolismo, la patología diencéfalo-hipofisaria y las enfermedades endocrinas en general" (profesor Jean Vague). También pudo haber mencionado CCP que la universidad creó para él una cátedra de Endocrinología; que publicó más de mil trabajos científicos y decenas de libros sobre medicina, traducidos a los principales idiomas; que fundó y dirigió el Instituto de Patología Médica, el Instituto de Endocrinología Experimental y el Centro de Investigaciones Biológicas; que, en definitiva, fue el "médico español de más renombre nacional e internacional" (Vega Díaz). Pero no, CCP omite cualquier dato objetivo que permita atisbar siquiera algo de lo que Marañón hizo como médico.

Y el texto sigue: "Sintió que podía ser, además, ensayista, historiador, tratadista de arte y hasta partícipe de la historia contemporánea". La cualificación profesional de CCP no permite suponer que estemos ante un lapsus o una imprecisión lingüística. CCP sabe bien la diferencia entre lo que es "sentir que se puede ser" y lo que finalmente "se llega a ser". Deliberadamente, por tanto, no le aclara al curioso lector en qué acabaron las ensoñaciones sin límite de Marañón. Hubiera sido tan fácil referirse, por ejemplo, a la vigencia de sus contribuciones al estudio de la emoción o a la psicohistoria (Pinillos); al hecho de que, con Cánovas, Marañón haya sido el único español cinco veces académico; a su presidencia del Ateneo; a su encarcelamiento por Primo de Rivera; a su carácter de fundador, con Ortega, Pérez de Ayala, de la Agrupación al Servicio de la República, etcétera. Parece como si CCP prefiriera mantener la intriga del porqué Marañón ha sido incluido en el coleccionable.

"Todo desde sí mismo, autodidacta". CCP, incomprensiblemente, también oculta lo que cualquier elemental biografía sobre Marañón refiere, que fueron sus maestros Cajal, San Martín, Madinaveitia, Oloriz, Ehrlich. Y al ocultarlo hace una afirmación no veraz.

Impresionante biografía

A continuación, CCP sobrepone su propio asombro al que a estas alturas ya embarga el ánimo del lector. "Uno se asombra", escribe, "de su enorme y variada e inconcebible producción"... Me atrevo a opinar que el asombro de CCP interesa menos que conocer algo sobre la naturaleza de esa "inconcebible producción". Quizá hubiera sido conveniente aclarar que la "producción", en este caso, fue la escritura de decenas de libros e innumerables conferencias, artículos y prólogos, al margen de sus trabajos médicos. Y es posible que el lector hubiese agradecido (y también los editores) la cita de algún título significativo, corno El conde duque de Olivares (J. Elliot: "Impresionante biografía del más alto nivel técnico"), Antonio Pérez (Artola: "Monumental biografía que sigue siendo una marca no superada"), El Greco y Toledo (J. Brown: "Ha causado mayor impacto entre el público lector que cualquier trabajo de un historiador de arte"), o el polémico ensayo sobre Don Juan.

El texto continúa describiendo el objeto del "asombro" de CCP, añadiendo a esa "inconcebible producción" la "plasticidad de Marañón para adecuarse a las situaciones más insospechadas". Para no prolongar esta larga glosa de tan pequeño texto (pequeño no sólo por el número de sus palabras), pasaré por alto los primeros ejemplos de la "plasticidad" de Marañón, para fijarme en las siguientes palabras que escribe CCP: "... implacable posrepublicano, cómodo en el exilio y a su regreso...". No puede, honestamente, tildarse a Marañón de "implacable posrepublicano", pues nunca fue implacable con nada ni con nadie, y el término "posrepublicano" debe rechazarse por su insidiosa imprecisión conceptual.

Respecto a su exilio, tampoco resulta afortunado el adjetivo utilizado por CCP. ¿Se imagina CCP verse un día obligado a dejar España por razones políticas, y en España, por ejemplo, tener que dejar todos sus libros y sus materiales de trabajo; tener que vivir y mantener a su familia durante ¡seis años! en un país de lengua extranjera, sin una base profesional propia ni ahorros disponibles; seguir desde la lejanía los avatares de una contienda civil en la que muriera uno de sus hermanos y se saqueara su casa; padecer luego una invasión nazi, que pusiera en peligro a los amigos que le acogieron y a los compatriotas exiliados; conocer, con natural esperanza, el final de la guerra fratricida y empezar a recibir noticias de fusilamientos, encarcelamientos y depuraciones, entre otras, la suya.... y que años después otro médico y profesor universitario calificase de "cómoda" aquella trágica experiencia personal?

En 1942, al terminarse su exilio, Marañón escribió de "la angustia de la patria remota", y en 1946, al regresar a su cátedra, habló del "olvido de los años tristes", para expresar inmediatamente su esperanza de que éste fuera el último exilio de los españoles. Y es que a partir de sus propias vivencias, como es sabido, el hecho de la emigración política le obsesionaría siempre, y no precisamente por nostalgia de la comodidad perdida.

En cuanto a su pretendida comodidad en la España franquista, como dice Artola "cuando vuelve, Marañón levanta de nuevo la bandera del liberalismo, de lo que constituye un liberalismo ético, el que permite entenderse con los que piensan de manera distinta, el que no admite jamás que el fin justifica los medios". Esta opción no fue entonces ciertamente la de la comodidad y, por ello, como tantos otros, se vio atacado por el aparato de propaganda del régimen; parte de su obra conoció el rigor de la censura; su correspondencia llegaba abierta... Si su prestigio ciertamente le protegió, no se enrocó "cómodamente" en esta situación relativamente privilegiada, sino que desde ella ayudó a los que en España padecían persecución política y a los que aún permanecían en el exilio. Coherentemente, Marañón encabezó el primer manifiesto político que desde el interior reclamó una amnistía general y el regreso de los exiliados.

Lo estrambótico viene luego, cuando, a renglón seguido, CCP concluye que la "plasticidad de adecuación" era, ¡"en suma, su modo de entender el liberalismo"!, sumiendo en el más absoluto desconcierto a ese lector que deseaba conocer algo de Marañón a través del coleccionable. Artola, en la cita anterior, resume bien uno de los textos más conocidos de Marañón, cuyo liberalismo, como afirma Carlos Seco, "se atenía a la esencia irrenunciable de una actitud ética ante la vida, que le llevó siempre a desempeñar un papel político tendente a salvar y afirmar la idea de libertad". ¡Qué abismo entre el enfoque de estos ilustres historiadores y el de CCP, reduciendo el liberalismo de Marañón a la desdichada expresión de "plasticidad de adecuación"!

CCP termina manifestando que al hacérsele "la medicina inabarcable, Marañón sostiene la teoría de que el rigor fisiopatológico era, para la clínica, un sofisma.... tuvo muchos adeptos..., pero el futuro de la medicina no fue precisamente por donde él propuso". Dejando al margen el sorprendente descubrimiento de que Marañón llegó ¡a no poder comprender la medicina!, lo cierto es que nunca sostuvo el dislate que tan inconsistentemente CCP le atribuye. Laín Entralgo, historiador eminente de la medicina, ha escrito que "como clínico, Marañón supo cumplir ejemplarmente la gran consigna de la medicina del siglo XX: asumir las tres orientaciones principales del pensamiento médico del siglo XIX -la anatomoclínica, la fisiopatológica y la etiopatológica- en una medicina clínica y doctrinalmente atenida a la individualidad biológica y psicológica del paciente, razón por la cual toda enfermedad debe ser para el médico, son palabras suyas, un experimento fisiopatológico".

Un solo comentario más: no es casual que CCP haya elegido el término de "adeptos" en vez del de "discípulos" para designar a los seguidores de Marañón. "Adepto" es el vocablo que primero define al afiliado a una secta. "Discípulo" es el que sigue a un maestro. Evidentemente, CCP no simpatiza con Marañón; igualmente claro resulta que no era el coleccionable de EL PAÍS el lugar donde derimir este sentimiento personal.

La tarea de redactar, casi anónimamente, fichas biográficas para una obra colectiva como el coleccionable requiere escribir con rigor y precisión lingüística, dada la brevedad del texto disponible; hacerlo sobre todo con objetividad, basándose en hechos y opiniones generalizadas, e informar más que opinar. Siendo esto tan obvio, no se comprende que Carlos Castilla del Pino haya realizado el torpe ejercicio descrito sobre Marañón.

El editorial que EL PAÍS dedicó a la memoria de Marañón -Médico, humanista y maestro- recogía las palabras del Rey de España proclamando que "su herencia moral, su magisterio científico y su ejemplo cívico constituyen una energía histórica que los españoles de hoy no podemos desaprovechar". Lamentablemente, en esta edición del coleccionable de EL PAÍS se desaprovecha tanto la figura de Marañón, que hubiera sido incluso preferible la omisión. El oficio intelectual comienza siempre en la duda y termina muchas veces en la rectificación. Sería de desear que ésta fuera una de ellas.

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis es abogado.

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