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El presidente intenta recuperar el rumbo

El mandatario de EE UU desea borrar su imagen de desorientación

Antonio Caño

El presidente norteamericano Bill Clinton, ha hecho un gran esfuerzo en los últimos días para aparecer más próximo a asuntos como la economía y la seguridad social -los que, realmente, permitieron su elección- y para acabar con la imagen de improvisación y caos que habían dejado sus primeros 15 días de Gobierno. Esta misma semana, el presidente asistió a la conferencia de los gobernadores del país, presentó sus ideas para una nueva beneficencia social, acudió al Congreso para discutir su próximo programa económico y está a punto de conseguir en el Congreso la aprobación de la primera ley importante, un proyecto que autoriza la concesión de permisos sin sueldo para los trabajadores con hijos recién nacidos o recién adoptados, algo que siempre había sido vetado por el presidente George Bush.

Clinton viajará el próximo miércoles a Detroit para dirigir desde allí su primer encuentro audiovisual con los ciudadanos, un espectáculo televisivo en el que el presidente conversará desde unos estudios de Detroit.

De esta forma, el presidente quiere recuperar la imagen de político-en-contacto-con-la-realidad que le permitió ganar las elecciones y, al mismo tiempo, hacer olvidar los momentos amargos que tuvo que vivir nada más llegar a la Casa Blanca. "Lo hecho en estos últimos días muestra mucho mejor el estilo de Clinton que todo lo ocurrido durante la semana anterior. "Los problemas sobre Zoe Baird [su primera candidata a la cartera de Justicia] y los homosexuales fueron, en parte, pura mala suerte. Es de esperar que, a partir de ahora, las aguas se tranquilicen", afirma Susan Hammond, profesora de la American University.

Bill Clinton nunca tuvo una luna de miel, si se entiende como tal el estado de gracia en el que a un presidente se le perdona todo. Clinton goza todavía de índices de confianza que oscilan entre el 55% y el 64%, según las encuestas.

Ahí no está, por ahora, el problema. El problema es que el presidente ha dado una cierta imagen de desorientación en sus primeras actuaciones y ha obrado más como el joven impulsivo que, nada más llegar al despacho Oval, quiere apretar todos los botones que como el estadista de peso que este país necesita.

No es que Clinton haya incumplido promesas -hasta la fecha, el único incumplimiento es el de los refugiados haitianos, que fue anunciado antes de que el presidente tomase posesión- ni que haya actuado demasiado a la izquierda o demasiado a la derecha. Lo que se ha visto hasta ahora es una serie de decisiones, tomadas como fuera de un contexto determinado, una serie de medidas que parecen dirigidas a satisfacer a todos, pero que dejan una sensación de falta de coherencia, de falta de rumbo y que, a la larga, no satisfacen a la mayoría.

Analizadas por separado, esas decisiones se entienden, pero en conjunto, no tanto. La decisión sobre el levantamiento de la prohibición a los homosexuales en el Ejército fue, por un lado, un meritorio ejercicio de autoridad del presidente frente al Pentágono y al Congreso. Pero, por otro lado, deja la duda sobre por qué tuvo que elegir el presidente ese asunto para su primera semana de mandato.

Críticas

También se entiende que Bill Clinton quisiera hacer un gesto a favor del aborto, levantando todos los obstáculos que habían sido impuestos durante 12 años de Administraciones republicanas, pero tampoco está muy claro que ésa tuviera que ser la primera orden que firmara el presidente tras asumir el poder.Esas dos decisiones, no compensadas con otras medidas de índole económica, podían hacer pensar erróneamente que el pueblo norteamericano creía haber elegido a un demócrata moderado, pero, en realidad, ha elegido a un liberal extremista. "Si Clinton hubiera tenido preparado su programa económico antes, ese asunto de los homosexuales hubiera sido visto desde un prisma distinto", afirma Thomas Friedman en The New York Times.

Otras decisiones de Clinton le han valido, sin embargo, las críticas del sector liberal, principalmente las decisiones que tienen que ver con sus nombramientos de altos cargos. Antes de cumplir 48 horas en la Casa Blanca, Clinton se encontró con la crisis de Zoe Baird, la mujer a la que había propuesto para el cargo de fiscal general y que fue criticada por un comité del Senado por haber violado la ley al contratar para su servicio doméstico a un matrimonio de emigrantes ilegales. Clinton reaccionó con agilidad al pedir la renuncia a su candidata antes de que el asunto se pudriera.

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