El tiempo de la guerra vuelve a Luanda
El conflicto bélico reaviva los enfrentamientos tribales en la capital de Angola
Filomena, angoleña de 25 años, se abanica ostentosamente con gruesos fajos de billetes de la Banca Nacional de Angola, junto a otras kinguilas, las mujeres que abarrotan cada esquina de Luanda en busca de dólares. Ellas son el único vestigio que queda de la breve era de paz acabada con la vuelta a las armas de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). Aunque no haya bombardeos, la rutina de la guerra que se libra en el interior del país se ha apoderado de Luanda, disparando los precios, la escasez y los rencores tribales.
"Kinguila significa espera en el idioma kimbundu", dice Filomena al explicar su trabajo. "Cada grupo de kinguilas trabaja en un lugar determinado de la ciudad; nos situamos en nuestros puestos a las ocho de la mañana y ahí nos quedamos hasta las seis de la tarde", añade agitando montones de billetes para atraer la atención de los clientes. A través de sus oficinas de cambio callejeras, estas mujeres se han convertido en uno de los barómetros de la crisis angoleña. El sonado fracaso de las negociaciones de paz, el pasado fin de semana, entre el Gobierno del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) y la guerrilla de la UNITA, ha tenido un efecto inmediato en la temperatura del dólar, que aumenta a cada nuevo reclamo de las kinguilas.
Las kinguilas encaman uno de los pocos fenómenos surgidos con el estallido de paz y esperanza que siguió a la firma de los acuerdos para la reconciliación entre el MPLA y la UNITA en 1990.
Después de la vuelta a las armas de la UNITA, decidida. a no aceptar su derrota electoral, todo lo demás (los temores tribales, los precios disparatados, la escasez, la claustrofobia de una ciudad casi cercada, la falta de agua y los disparos que rompen el silencio de la noche) ha vuelto a marcar el ritmo diario en la ciudad que ha vivido la mayor parte de los 17 años de guerra civil como una isla de tranquilidad en el infierno que arde en el resto del país.
La carretera que lleva hacia el sur es de nuevo el único corredor que la guerrilla de la UNITA ha dejado libre para el acceso terrestre a la ciudad. Volvieron a convertirse en un sueño los viajes como el que realizó el pasado verano Abelino C., emigrante en Luanda, para visitar a la familia, a la que, por los peligros de la guerra, no había vuelto a ver desde hacía siete años. "De pronto, las barreras y los asaltos de la UNITA desaparecieron; se podía viajar tranquilamente sin miedo a las balas o a los secuestros; ahora volvemos a no saber si nuestros hermanos y padres están vivos o muertos", afirma el operario angoleño.
En los terrenos semidesérticos situados a una quincena de kilómetros al sur de la capital vuelven a florecer los barrios de chabolas de uralita de los refugiados de la nueva fase del conflicto iniciada después de las elecciones organizadas por la ONU el pasado septiembre.
Los nuevos refugiados invaden las casas de los familiares, que, obligados por la sagrada hospitalidad, tienen que repartir con los recién llegados sus ya escasas raciones.
"Soy de Huambo, toda mi familia se quedó allí y no tengo quien me ayude", suplica sollozando una mujer con el rostro hinchado por el dolor provocado por la muerte de su hijita de año y medio. "La niña murió de hambre", explica una religiosa española mientra entrega a la mujer un paquete de víveres.
En Cabo Lombo se habla la lengua de los ovimbundus, que constituyen el soporte tribal de la UNITA. A diferencia de otras barriadas de la capital, estos emigrantes se consideran afortunados, porque allí no ha habido enfrentamientos ni represalias, ni siquiera cuando las matanzas del MPLA y la UNITA ensangrentaron, en noviembre, el resto de la ciudad. "Gracias a Dios, porque, por culpa de las locuras de Savimbi [el líder de UNITA], los que sufrimos somos siempre los mismos", explica Ana. Ella no es ovimbundu, pero no se siente discriminada por la etnia mayoritaria en su vecindad. "Aquí somos gente tranquila; cuando hubo elecciones, cada expresó sus preferencias en el cuarto oscuro de la dependencia electoral y listo", añade.
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