Nuestra Señora del...
Era como la prolongación de otra sombra como él mismo. Su mirada, aún bella, flotaba perdida mirando al vacío. Sostenido por su madre, sus grandes ojos negros parecían mirar a la humanidad como juzgándola, juzgándola por todo aquello que no había hecho por él. Su vientre ya no vociferaba, ni tan siquiera se mostraba cruel. Había enmudecido con la misma resignación que él mismo. Jamás tuvo juguetes, sólo harapos. Se hubiera conformado con tener suficiente pan, pero su desgracia consistía en haber nacido en una parte del mundo olvidada de Dios y de los hombres. Cuando pasé la hoja rápidamente, mi primera impresión fue creer que se trataba de la Virgen sosteniendo a su hijo agonizante; después miré estupefacta que no se trataba de una imagen de hace cerca de dos mil años, sino de plena actualidad. Sí, era en realidad una virgen, Nuestra Señora del Hambre, que sostenía a su hijo nacido en Somalia.-
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