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Milosevic y el plan de paz

Si no se logra obtener una paz efectiva en las conversaciones de Ginebra, la guerra en Bosnia y Herzegovina amenaza con extenderse a toda la zona de los Balcanes, a Kosovo y a Macedonia, lo cual, inevitablemente, haría que Albania entrara en la guerra, y, probablemente, también Grecia, Bulgaria y la propia Serbia.Pero ésta no es la única ni la mayor amenaza de esta guerra. Lo más importante es que ha hecho tambalearse el orden mundial creado por las Naciones Unidas y por la Declaración de Derechos Humanos. De una forma clara y crucial, esta guerra ha hecho que la resolución de cuestiones como los conflictos nacionales o los derechos humanos se haya vuelto esencial para el orden mundial. Las perspectivas de éxito de las conversaciones de paz y el retorno de algo parecido a un orden internacional dependen de una comprensión correcta del origen de los conflictos en Bosnia y las demás antiguas repúblicas yugoslavas.

No hay duda de que estos conflictos son religiosos y étnicos, pero sólo como componentes de ideologías de naciones-Estado. El objetivo real, al que no pueden renunciar las partes en conflicto, es la formación de nuevas naciones-Estado. Un objetivo así no puede lograrse si no es bajo el liderazgo de movimientos nacionales extremistas y totalitarios. En ese sentido, no existe una diferencia esencial entre los movimientos o las partes en conflicto: serbios, croatas y musulmanes. Dado que en el territorio de Bosnia y en parte del de Croacia existe una mezcla étnica, la limpieza étnica, como señaló Tadeusz Mazowiecki, el representante de la ONU para la investigación de las violaciones de los derechos humanos en la antigua Yugoslavia, no es una consecuencia, sino un objetivo.

De esto se deduce que cualquier acción que no asegure la formación de naciones serbias, musulmanas y croatas -cada una con el mismo carácter de Estado autónomo, y por consiguiente, protegida del genocidio- tropezará con rechazo y resistencia. Como estas naciones incipientes y sus movimientos nacionales están bajo el control de partidos totalitarios cerrados ideológicamente, no son capaces de lograr una comprensión mutua. Tampoco es fácil para el mundo exterior llegar a un acuerdo que las diferentes -partes respeten realmente.

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El mensaje para el resto del mundo debería estar ya suficientemente claro: las partes en conflicto en la antigua Yugoslavia Sólo se someterán a los argumentos de la razón si la fuerza amenaza sus objetivos nacionales o su misma existencia. Las Naciones Unidas (es decir, Estados Unidos y la Comunidad Europea) tardaron mucho en entenderlo. La ONU estableció objetivos y medios de forma poco clara y sus esfuerzos no estuvieron sincronizados. Esto permitió a las partes en conflicto seguir actuando y continuar sus políticas de conquista, en las que los serbios, que fueron los iniciadores y que han ocupado el área más grande, tienen la desgraciada deshonra de ser los primeros.

El error fatal e imperdonable del Consejo de Seguridad fue el. no establecer un equilibrio entre: las partes enfrentadas, al dar a algunas de ellas ventajas territoriales y militares y al provocar la, sensación de injusticia en otras. Este desequilibrio provocó la arrogancia y militancia de todas las partes. Por fin, aunque en el. último momento posible, el plan. propuesto en la Conferencia de: Ginebra por los mediadores de: Naciones Unidas y la Comunidad Europea, Cyrus Vance y, lord Owen, ofrece perspectivas realistas para un arreglo.

Aunque al principio me opuse al plan considerándolo poco realista, porque me parecía que no tenía en cuenta el factor de que se: trataba de Estados étnicos, cambié de opinión al hacerse público el plan. Ahora creo que el esfuerzo para crear cantones autónomos en Bosnia-Herzegovina sí tiene en cuenta ese factor de una forma que puede establecer un equilibrio potencialmente duradero.

Por ello, el plan de paz Vance Owen podría ofrecer una salida a la actual tragedia, pero sólo si se cumplen dos condiciones: a) Las partes en conflicto deben comprender de forma realista las ¡mplicaciones de su aceptación del plan, y b) Si las partes en conflicto logran llegar a un acuerdo, Naciones Unidas deberá, de forma decisiva y sin reservas, hacer que el plan se respete.

En mi opinión, el segundo requisito por fin está tomando forma con una nueva resolución y urgencia en Occidente. Sin embargo, hay que reconocer que las partes en conflicto están aún muy lejos de ser realistas. La figura oficial con la visión más realista de hecho trágica- de la posición de la nación serbia es Dobrica Cosic, el presidente de la Federación Yugoslava.

Aunque él mismo es, sin duda, un ideólogo nacional -y de hecho es el personaje más importante que apoya la unificación de todos los serbios en un solo Estado-, Cosic ha comprendido recientemente que la única alternativa para Serbia es aceptar el plan Vance-Owert o bien enfrentarse a la guerra como resultado de una intervención occidental en Bosnia.

El principal motivo de Cosic para aceptar el plan de paz es eliminar la posibilidad de una guerra en la república de Serbia propiamente dicha, donde la economía ya está en un estado lamentable como consecuencia de las sanciones de las Naciones Unidas. Pero también sabe perfectamente que no sería fácil para Serbia mantenerse al margen y no ayudar a los serbios de Bosnia en el caso de una intervención externa contra ellos. Inexorablemente, Serbia se vería arrastrada a la guerra.

Sin embargo, el poder de Cosic reside en su considerable reputación personal como escritor nacionalista. La autoridad política real está en manos del presidente de Serbia, Slobodan Milosevic. Y esa autoridad se ha visto indiscutiblemente reforzada por su reciente victoria sobre el primer ministro yugoslavo, Milan Panic, en las elecciones, incluso aunque Panic gozara del apoyo de Occidente.

Ahora, Milosevic dice que también está en favor de la paz. Pero nadie debería ser lo suficientemente ingenuo como para no ver que sólo se refiere a una paz que no amenace su influencia sobre los serbios fuera de la república de Serbia, fundamentalmente en Bosnia y Croacia.

No debería caerse en el error bienintencionado de creer que la aceptación por parte de Milosevic del plan Vance-Owen es algo más que una maniobra táctica para mantener la idea de una Gran Serbia y ganar tiempo. Mientras que Cosic considera ahora a Serbia como prisionera del destino de los serbios de Bosnia y Croacia, MilosevIc consIdera a esos serbios como un componente de su política para un Estado más grande.

Si todas las partes en conflicto en Bosnia aceptan finalmente el plan Vance-Owen y se firma un armisticio, el mundo no debería abandonarse al alivio y la complacencia, sino que tiene que entender claramente que es necesario un seguimiento, a la luz de la verdadera naturaleza de este conflicto.

Ni un armisticio ni una paz más duradera en Bosnia y Herzegovina pueden llegar de forma instantánea. Será un proceso largo, con disputas acerca de fronteras conflictos locales, bandidaje, injerencias por parte de Serbia y Croacia, y dificultades en el establecimiento del orden legal.

Sobre todo hay que entender que, en esta fase tardía de un conflicto que podría convertirse en una guerra extendida a todos los Balcanes, no es posible la paz a menos que las Naciones Unidas logren la autoridad política y militar necesaria para hacer que se respete.

En efecto, la solución final más adecuada para esta guerra sería un protectorado de las Naciones Unidas, en la práctica si no en la forma, en Bosnia-Herzegovina. Todos los implicados deben entender que éste es el significado real de hacer cumplir un acuerdo en las líneas del plan Vance-Owen. No es sólo el precio por evitar una guerra más amplia, sino el precio por la trágica falta de acción y las acciones equivocadas del mundo exterior durante el pasado año.

Los Angeles Times Syndicate.

Milovan Djilas, ex vicepresidente de Yugoslavia y disidente del régimen comunista, es autor de La nueva clase. Copy Right 1993, New Perspectives Quarterly.

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