_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sangre azul

Los matrimonios morganáticos por amor no es forzoso que acaben mal. Peores perspectivas presentan los matrimonios entre personas de sangre azul, cuando los conciertan razones de Estado. Si las parejas enamoradas encuentran dificultades para permanecer unidas hasta que la muerte las separe, más las habrán de tener las parejas de diseño.Hay precedentes diversos, que no aclaran gran cosa. De un lado está el fracaso matrimonial de los príncipes de Gales; de otro, la estabilidad afectiva (o eso parece) de los emperadores de Japón y de los reyes de Bélgica. Es decir, que las bodas entre príncipes y plebeyos, o salen bien o acaban como el rosario de la aurora; igual que todas.

El problema puede ser grave, sin embargo, si se produce la ruptura, y a este respecto, el caso de los príncipes de Gales ha sido revelador. He aquí una guapa plebeya que encuentra su príncipe azul; el himeneo reproduce las fastuosas estampas de los cuentos de hadas y se les ve felices, comiendo perdices. Mas llegada la cruda realidad de la convivencia resulta que no se soportan y deciden separarse. Ahora bien, la guapa plebeya no quiere volver a la plebeyez, ni muerta, e impone sus condiciones: el título que recibió por su cara bonita; un castillo; pensión para mantener la pompa y boato correspondientes a su alcurnia; la custodia de los hijos, uno de los cuales reinará si Dios no lo remedia. Y entonces la guapa plebeya que no soportaba a su príncipe azul será madre de rey.

Casos parecidos quisieran prevenir los que recelan del matrimonio morganático, frente a los que defienden el derecho de los príncipes a tener vida privada y casarse con quien quieran, como todo el mundo. Pero si heredan coronas, reinan de por vida y les legitima la sangre azul que corre por sus venas, no son como todo el mundo, ni mucho menos. O lo uno o lo otro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_