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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La terquedad de Rabin

AYER LLEGÓ a Jerusalén el enviado especial del secretario general de la ONU, señor Garekhan, para sostener conversaciones con el primer ministro israelí, Isaac Rabin, y con el ministro de Exteriores, Simón Peres. Esta visita tiene lugar en condiciones algo distintas a las de otro enviado anterior de Butros Gali, que volvió con las manos vacías tras entrevistarse con las autoridades de Tel Aviv.Ahora, por primera vez, se habla claramente de la aplicación de sanciones a Israel por el Consejo de Seguridad si no cambia su actitud en el tema de los 415 palestinos expulsados. Isaac Rabin es consciente del peligro, y para intentar alejarlo ha enviado a su viceministro de Exteriores a Washington a fin de pedir a EE UU que haga uso del veto cuando el tema sea sometido a votación. En un momento de transición entre dos presidentes es dificil saber cómo votará EE UU, pero si Rabin mantiene su intransigencia -y es lo que ha anunciado antes de la llegada de Garekhan- la ONU estará moral y políticamente obligada a dictar sanciones, aunque sean puramente teóricas, contra un Estado que la desafía de modo descarado.

Hay que recordar que, hace tres semanas, el Consejo de Seguridad votó la resolución 799 pidiendo el retorno inmediato de los expulsados a sus casas. Israel, no sólo no lo ha cumplido, sino que impide los envíos de comida y medicamentos por su frontera para que esas personas puedan subsistir. La decisión adoptada ayer de permitir que una delegación de la Cruz Roja viaje al campo del retorno desde Israel puede significar una mínima, aunque todavía insuficiente, inflexión en la actitud del Gobierno israelí. Es cierto que, en otros casos, Israel ha incumplido resoluciones de la ONU sin que ello haya tenido consecuencias. Pero en este caso hay un aspecto humano que conmueve a la opinión: se trata de cientos de personas amenazadas por el frío y el hambre. La torpeza de Rabin ha logrado que esas personas (entre las cuales hay quizá terroristas que deberían ser condenados por un tribunal) estén hoy bajo el amparo de un sentimiento general de compasión como víctimas de una represalia, no sólo injusta, sino cruel.

En estas condiciones, el hecho de que la OLP reafirme que está dispuesta a proseguir las negociaciones de paz demuestra que, a pesar de los resultados ínfimos logrados en las sesiones celebradas hasta ahora, a la OLP le es prácticamente imposible abandonar el camino negociador que ha emprendido. Pues bien, la represalia colectiva aplicada por Rabin contra los 415 palestinos tiene como efecto reforzar las tesis terroristas en los territorios ocupados y aumentar las dificultades de la OLP'. Es exactamente lo contrario de lo que necesita el Gobierno laborista -si quiere avanzar hacia una solución política, como había proclamado reiteradamente antes de ganar las elecciones.

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No es extraño, en esta coyuntura, que hayan surgido discrepancias, incluso sobre problemas serios, en el Gobierno de Rabin. Varios ministros consideran -con argumentos de gran peso- que Israel debería en estos momentos aceptar abiertamente que está dispuesto a negociar con la OLP. Ello permitiría dar más flexibilidad a las posiciones palestinas en torno al sistema de autogobierno para Gaza y Cisjordania, punto en el que un acuerdo parece teóricamente posible. Pero, si se mantiene la cerrazón en el tema de los deportados, el futuro seguirá de lo más sombrío.

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