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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desguace nuclear

CON LA firma del tratado START II, rubricado ayer en Moscú por los presidentes Bush y Yeltsin, el proceso de desarme nuclear, caracterizado hasta ahora por los pasos cortos y las- negociaciones largas, ha dado un salto gigantesco. En julio de 1991, Bush y Gorbachov firmaron el tratado START I, preparado durante muchos años y en virtud del cual se reducían las armas nucleares estratégicas de los dos países de unas 22.000 a unas 15.000. Ahora, en un tratado negociado en seis meses, la cifra global se reduce a 6.500; cada país se quedará sólo con un tercio de sus armas de ese género. No se trata sólo de cifras: las armas de máximo riesgo (los misiles en tierra con cabezas múltiples) quedan prohibidas. Ello afecta sobre todo a Rusia, en cuyo arsenal nuclear esas armas desempeñan un papel decisivo.La rapidez con la que se ha hecho el acuerdo indica que por ambos lados existía un gran interés en lograrlo. Para Bush es una despedida brillante de la Casa Blanca; ahora tiene una baza más para presentarse como el presidente que ha alejado el peligro nuclear. En cuanto a Yeltsin, cuya autoridad ha sufrido serios quebrantos en la reciente sesión del Congreso, le resulta muy conveniente aparecer de nuevo en un escenario internacional de primer plano, al lado de Bush, como el indiscutido representante de Rusia.

Por otra parte, en la base del START II hay una realidad elemental del actual momento internacional: la eficacia real de las armas nucleares ha desaparecido con la guerra fría; ahora constituyen sobre todo un enorme peligro, especialmente a la vista de la inestabilidad que reina en Rusia y en otras repúblicas de la antigua Unión Soviética. Cuanto mayor sea el número de armas de ese tipo desguazadas, tanto mejor para la seguridad internacional. Sobre todo- porque no hay niguna razón para temer cambios en el equilibrio estratégico: incluso cuando START II haya sido plenamente aplicado, EE UU y Rusia seguirán teniendo un número de armas nucleares muy superior al de China, Francia o el Reino Unido.

El texto firmado ayer resulta muy esperanzador por su contenido, pero las condiciones de su aplicación contribuyen a mantener la inquietud. El documento deberá ser ratificado por los Parlamentos respectivos, y si cabe esperar que Clinton tendrá facilidades para lograrlo, en Moscú existe una oposición nacionalista -concierto eco en la calle- que acusa a Yeltsin de haber hecho concesiones excesivas. Con los vaivenes que da el Parlamento ruso, no se puede descartar que se produzca un voto negativo. La simpatía por una política exterior prooccidental, que era muy fuerte en tiempos de Gorbachov, hoy está bastante mediatizada.

Pero la principal dificultad con vistas al futuro tiene su origen en Kiev. Las otras tres repúblicas nucleares (además de Rusia) de la antigua URSS -Kazajstán, Ucrania y Bielorrusia- están comprometidas a ratificar START I, y, en una perspectiva más larga, a convertirse en países sin armas nucleares. START II entrará en aplicación sólo cuando START I haya sido plenamente ratificada. Y Ucrania, por ahora, se niega a hacerlo y exige ayudas extranjeras muy elevadas como condición para cumplir sus compromisos de desarme nuclear. Tal actitud no sólo bloquea los acuerdos de START II, sino que agrava el temor de chantajes con parte de los residuos del arsenal nuclear soviético. Nuevas gestiones en Kiev son indispensables para salir de este punto muerto.

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