La cara subterránea del Rastro
El Revólver Club monta un rastrillo alternativo los domingos por la mañana
Noctámbulos, rockeros, moteros, progres, posmodernos, punkis y hippies de la nueva era pueden prolongar la noche del sábado en el oscuro sótano del Revólver Club, sin enfrentarse a la gélida luz dominical. En esta sala, famosa por sus conciertos de pop y de rock, se celebra desde hace un mes un rastrillo marginal los domingos por la mañana. La oferta es variada: tatuajes, radicales cortes de pelo, ropa de segunda mano, modelos psicodélicos, pelucas a juego, discos y, para los iniciados, ejemplares de El canto de la tripulación.
Por los oscuros escalones del Revolver Club descienden, por la mañana, los cuerpos adormecidos de los trasnochadores. Una vez dentro, la música, que ocupa vibrante el espacio que dejan libres los 60 puestos, oficia de lenguaje. En la noche artificial del local se venden artículos de sueño de pesadilla: pantalones con elefantiasis en las patas, estrechas cazadoras de cuero, chaquetas de ganchillo, ajustadas botas con cremallera y camisas indescriptibles que fueron sepultadas en el olvido al acabarse los años setenta.Álvaro Ruiz, dueño del Revólver Club -en la calle de Galileo, 26-, tomó la idea de un conocido rastrillo londinense, el Electric Ballroom. "Queríamos salir del horario normal y verles las caras, por la mañana, a los habituales que acuden por la noche". Para no herir pupilas sensibles, ha creado en su local un zoco matinal que transcurre en plena oscuridad.
El rastrillo está abierto desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde de los domingos. "Pero si la gente se enrolla, nos quedamos hasta las cuatro o hasta que haga falta. La gente del barrio empieza a perder el miedo y ya se asoma también por aquí", explica Álvaro Ruiz.
Para espabilar a los cansados y despertar a los dormidos, a las doce del mediodía hay espectáculos.: música en directo, bailes de mujeres con serpientes, tragafuegos, payasos... Eso, si a los artistas no se les pegan las sábanas. "A los grupos les cuesta mucho venir a ensayar a las nueve de la mañana, después de trabajar por la noche", les excusa el propietario del Revólver Club.
Tatuajes de Mao
Para los hambrientos hay comida, y para los sedientos, bebida. Quien desee aprovechar el quita y pon de la ropa para personalizar la piel, puede hacerse un tatuaje in situ. Uno de los tatuadores más conocidos de Madrid, Mao, dibuja rosas, dragones, motos, calaveras, alambradas de espino- y lo que la imaginación propia o ajena ofrezca. Hay vídeos creativos a la venta y un espontáneo que, a veces, se pasea mientras toma imágenes con su propia cámara. En el servicio de hombres es posible vaciar la vejiga y aligerar la cabeza. Por el módico precio de 1.500 pesetas, Joaquín y Luis, peluqueros de Getafe, cortan el pelo.Entre los proyectos del rastrillo subterráneo está abrir nuevos puestos de comics y de libros. Ahí tendría un hueco la revista flamenca La Caña, para arrastrar a los dominios psicodélicos a los aficionados a los lunes flamencos del Revólver Club. Están previstos también futuros desfiles de modelos, que lucirán la ropa de las tiendas, y de orgullosos portadores de tatuajes.
Hasta que empiecen los pases, los vendedores, fiel imagen de la serie televisiva Los vengadores, lucen con donaire los atuendos que venden. Oculto tras unas gafas más oscuras que la oscuridad ambiente, el estadounidense lojo vendía hace unas semanas enormes sombreros de tela, que había traído de Los Ángeles.
Lenguaje comercial
Las técnicas de venta incluyen el baile y el aire desenfadado, mientras los curiosos hurgan en la pila de la ropa, que se ponen, se quitan y tiran al suelo para seguir adelante. "The atmosphere is great!", exclamaba Jojo, que no habla una palabra de español, demostrando que el lenguaje comercial es universal hasta los domingos por la mañana.Entre tanta psicodelia, hay un sitio para los clásicos: bisutería, cinturones, joyas africanas de plata, pendientes de cuentas y modosas camisetas. Por ahí pasean los tímidos posmodernos y alguna osada pijilla que se ha aventurado en las oscuridades del Revólver Club.
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