La música del Madrid cultural
Llega a su término el año 1992, que, junto a los acontecimientos irrepetibles de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo sevillana, nos trajo la capitalidad europea de la cultura para Madrid. Sería necesario un libro entero para reseñar mínimamente lo que han sido, sólo en el aspecto musical, estos 12 meses que valieron a sus organizadores justos reconocimientos y, también, algunas censuras.
La orientación del consorcio, que ha presidido Pablo López de Osaba, asistido por organismos y entidades públicas y privadas, se basó en dos principios fundamentales: enseñar lo español a los demás, y a veces descubrirlo a nosotros mismos, y poblar los grandes escenarios de importantes agrupaciones y artistas internacionales. Todo ello, con el pensamiento de convocar el mayor número de asistentes posible, pero sin que este lógico deseo llegase a provocar la caída en el populismo fácil o a olvidar la creación musical española de nuestros días.Ya es sintomático que el Madrid Cultural (que así abreviamos todos la larga denominación oficial del suceso) se abriera con pentagramas nuevos de Cristóbal Halffter y de Luis de Pablo: el Preludio a Madrid, nueva e inteligente explotación de nuestro emblemático fandango, y Antiguafe, extensa y significativa partitura de De Pablo capaz de convocar público suficiente como para abarrotar la catedral de San Isidro.
El concierto de clausura, celebrado el día 23 en el Auditorio Nacional y dirigido por José Ramón Encinar a la Sinfónica de RTVE, nos ha dado unos Esquejes sinfónicos perfectamente pensados y realizados con primor por Angel Oliver, un aragonés que vive y enseña en Madrid; un poético Rondó, de Carmelo Bernaola, que, como el mismo compositor, es a partes iguales expresivo y hasta un poco sentimental, vasco y madrileño, que por eso aparecen, sutilmente aludidos, el aire de las seguidillas y el ritmo de la espatadantza; en fin, Proyecto, del madrileño José Ramón Encinar, una obra que nos entrega, para decirlo en pocas palabras, un trozo de su vida creadora, una música sin principio ni fin, pero con presencia atractiva y escritura en la que la microperfección se advierte aún más que el microtonalismo empleado. Antes y después, rendimos homenaje a Bocherini, a través del italiano Berio, que transfiguró la Ritirata de Madrid, y a Cabezón y Cabanilles, traídos a nuestros días, sin olvido de los suyos, por Cristóbal Halffier en Tiento y batalla.
"Fuera de serie"
Se buceó, hasta el extremo, en muy varios rincones de nuestro ser musical. Retornó la antigua zarzuela del siglo XVIII, se evocaron nuestras sociedades musicales y sus entornos sociales desde el Ritz hasta lo suburbano, desde el Palacio Real hasta los grandes y pequeños templos, pasando por la Academia de Bellas Arte; desfilaron por mil y un pequeños locales de barrio un puñado de jóvenes intérpretes cuya acción se extendió a todos los pueblos de la comunidad, y, de modo paralelo, vieron la luz publicaciones que dejarán honda huella: de cara al pasado, el hermoso libro de Farinelli, en una edición facsímile de singular belleza; frente a nuestros días, el más funcional, pero no menos interesante volumen dedicado a los Músicos de Madrid, que recoge la imagen de 50 autores vivos y activos.El Auditorio Nacional montó su gran pasarela de orquestas y batutas internacionales a lo largo del ciclo Fuera de serie. Bastará recordar que los madrileños y nuestros visitantes pudieron escuchar a VIadímir Ashkenazy con la Real Filarmónica de Londres; a Daniel Barenboim, con la Sinfónica de Chicago y con la Filarmónica de Berlín; a Semyon Bychkov, con la Orquesta de París; a Riccardo Muti, con las de Filadelfia y la Scala de Milán; a Charles Dutoit, con la de Montreal y el Orfeó Catalá; a la Filarmónica de Viena, con Claudio Abbado, y, para finalizar, al octogenario y mítico Georg Solti al frente del Concengebow de Amsterdam.
En contrapunto con estos nombres, también pudimos conocer, por vía directa, el gran nivel de nuestras multiplicadas orquestas.
Todo esto en un Madrid cargado de música supone un alto esfuerzo y da brillo especial a lo que en buena medida es nuestra realidad cotidiana desde hace unos años. Madrid Cultural deja muchos recuerdos y la huella de un puñado de músicas nuevas o redescubiertas.
Babelia
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