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El pintor Mati Klarwein presenta su primera retrospectiva en Madrid

El artista reproduce el 'Santuario del Aleph'

Mati Klarwein (Hamburgo, 1932) es un auténtico hijo de la vida. No es un artista frecuente en los circuitos del arte comercial, pero ha sabido labrarse una fama a través de otros medios de difusión. Ha diseñado portadas históricas de discos como el Abraxas de Santana, u otros para Jimi Hendrix, Miles Davis, Brian Eno, Jerry García o Earth Wind & Fire. Ha hecho retratos a John F. Kennedy, Richard Gere, Robert Graves, Leonard Bernstein o Divine. De él dijo Andy Warhol que era su "pintor favorito". Klarwein presenta una retrospectiva en la galería Anselmo Álvarez (Conde de Aranda, 4).

Desde que sus padres lo llevaron con dos años a Israel, Mati Klarwein no ha dejado de ir de un lugar a otro y ha hecho de ese vagabundear el material intangible de su fortuna. Como pintor ha creado mundos alucinados, que no provienen de nada parecido al sueño. Las suyas son unas pinturas pobladas de personajes y situaciones en las que no hay un motivo central dominante. "Cuando viajas tanto como yo te das cuenta de que todo tiene el mismo valor, lo más pequeño y lo más grande", afirma."Se habla mucho más de mi vida que de mi obra, quizá porque no abundan las exposiciones en los grandes museos", dice Marwein en un tono entre la sorna y la humildad. Pero eso no parece haberle hecho sentirse frustrado profesionalmente.

Ha sido músico ambulante en las playas de Saint Tropez, donde tocaba congas, con Borís Vian a la trompeta, en los años cincuenta, y Jimi Hendrix solía refugiarse en su casa tocando blues cuando quiso abandonar el mundo poco antes de morir. Ahora vive la mayor parte del tiempo en Dela (Mallorca), en, una labor artística a dos velocidades. Sus intrincados cuadros le pueden llevar casi dos años de trabajo cada uno. También hace retratos por encargo, diseños o sus cuadros mejorados (malas pinturas compradas en rastrillo que él transforma a su manera), que le permiten mantener el ritmo de su labor.

Matl Klarwein ha mantenido durante toda su vida la defensa del arte reproducido. No sacraliza la obra de arte única y original. "Las portadas de los discos que diseñé fueron algo fantástico para mí, porque hicieron que mi obra se viera en el mundo entero, en Asia, en África. Especialmente porque las galerías de arte solían recharzarme porque mis obras no entraban en lo que se podría llamar 'el diálogo actuaP. Yo hacía las cosas a mi manera, marginada. Y éste era un vehículo estupendo para hacerlas llegar al público", afirma.

'La pérdida del formato del elepé [en beneficio del pequeño CDI no es una gran pérdida para mí, afortundamente. Lo que más estoy haciendo ahora son libros y carteles. Hay otros caminos para hacer llegar la obra al público por medio de la reproducción masiva. Pero siempre pienso en la posibilidad de la reproducción mecánica cuando hago un cuadro. La idea de hacer un objeto de uso privilegiado no me gusta mucho. Lo malo es que las técnicas de reproducción son bastante malas todavía, no se consigue la misma calidad o los mismos colores que el original. Es una forma de democratizar la imagen. Mis pinturas suelen tener una línes muy precisa y un colorido muy fuerte. No es que yo las haga sólo por esta razón así, es mi estilo, pero sí tiene algo que ver".

La exposición que presenta ahora en Madrid es una especie de retrospectiva que permite ver obras desde 1957 hasta hoy. La galería Anselmo Álvarez ha reproducido el Santuario del Aleph, obra emblemática de Klarwein, que es una pequena habitación cubierta por pinturas. En él, Mati Klarwein ha tratado de reproducir con él el sentimiento sobrecogedor que tuvo en su visita a una capilla bizantina en Grecia.

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