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Crítica:ARTES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un talento plástico de altura

Con medio centenar largo de obras, esta retrospectiva de Su sana Solano (Barcelona, 1946) que ha sido seleccionada dos veces consecutivas en el santuario, ya no se sabe si vanguardista o posvanguardista, de Kassel, viene en principio a colmar una de las demandas más ampliamente requeridas por nuestro público aficionado al arte actual. Quizá por ello no se puede dejar de lamentar que el evento se produzca en el momento más negro de la gestión oficial sobre el tema desde que tras la transición democrática comenzaron progresivamente a normalizarse unas cosas ahora incomprensiblemente desbaratadas de forma implacable.Les ahorraré el atestado general al respecto, pero no dejaré de advertir el curioso modo con que nuestros responsables oficiales han decidido facilitar la difusión de una de nuestras artistas más interesantes y más indiscutiblemente reconocidas en los foros críticos internacionales de mayor prestigio.

Susana Solano

Palacio de Velázquez del parque del Retiro. Madrid. Del 10 de diciembre de 1992 al 17 de febrero de 1993.

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Fotografías familiares

En primer término, han asignado para ello un Palacio de Velázquez, brillantísima sede durante casi una década de las mejores exposiciones de arte contemporáneo que se han llevado a cabo en Madrid, pero al que una política torpe y errática de los últimos tiempos ha ido vaciando de contenido hasta sacarlo por completo del circuito habitual del buen aficionado; más aún, un Palacio de Velázquez que al parecer va a ser inmediatamente asignado al Museo del Prado, con lo que nada antes y nada después, esta exposición de Solano se convierte en algo así como en un patético y aislado vagido, ya que no me atrevo a calificar de canto de cisne a lo tratado como un ínterin.

A la luz del invierno

Mas, por si con esto no hubiera bastante, han abierto la muestra en unas fechas tan adecuadas como las del peor momento del invierno, cuando los días son más cortos y el frío más intenso, lo que, por un lado, ayudará a gozar de las radiantes posibilidades de luz que han hecho célebre a este edificio, mientras que, por otro, estimulará la visita de quienes deben cruzar el parque del Retiro a pie para poder acceder a él.Por contra, los espectadores de Londres, Malmö y Grenoble, donde la muestra tiene previsto posteriormente recalar, lo harán sucesivamente en las estaciones de primavera y verano, lo que, aun no siendo éste un circuito excesivamente brillante salvo en su primer peldaño londinense de la Whitechapel, evitará los catarros.

Así y con todo, mi consejo es que todo buen aficionado afronte, sin intimidarse ni emperezarse, los obstáculos y las inclemencias dispuestos y acuda a una exposición que no olvidará, entre otras cosas, porque finalmente ha sido concebida, seleccionada e instalada por María Teresa Blanch, que actúa como comisaria y nada tiene que ver con el Ministerio de Cultura, y la propia artista, que ya ha demostrado no necesitar el helado aliento letal de ningún burócrata del presente jaez.

Lo que hace memorable a esta exposición es, en primer lugar, su naturaleza retrospectiva, un término que, en principio, pudiera resultar sorprendente aplicado a una escultora como Susana Solano, que se dio a conocer a comienzos de los ochenta y que, por tanto, toda su trayectoria apenas sobrepasa una década, pero un término que lo que verdaderamente anuncia y proporciona es una visión completa y unitaria -compacta y cristalina- de un hacer artístico pleno de intensidad y sobrevenido en la madurez personal de su autora, haya sido la que haya sido la duración de su pública exhibición y reconocimiento crítico Todo lo cual -esta cumplida revisión de lo realizado por Solano hasta el momento presente- nunca se había hecho antes en nuestra ciudad.

Por otra parte, el aficionado que, previamente, en las sucesivas apariciones esporádicas de Susana Solano, se había interesado, cuando no entusiasmado, con lo que podía contemplar de la obra de ésta, ahora apreciará la potente unidad que sólidamente la engarza, transformando las sugestivas impresiones parciales de antaño en la actual comprensión cabal, todavía mucho más estimulante.

El reloj de la estética

En este sentido, me parece un acierto que se haya preferido una instalación del conjunto sin respetar ninguna plantilla de convencional ordenación cronológica, que, dadas las circunstancias, hubiera dificultado más el entendimiento del meollo artístico, y es que, en ocasiones, la cronología puede resultar, además de innecesaria, pues está dada en el catálogo, paradójicamente anacrónica, al menos desde la perspectiva de ese reloj que es la estética.Hay creadores que se rigen por un reloj estético más que meramente cronológico, y a éstos, con un mundo poético propio, en cuya raíz luego crece viable el lenguaje generacional, no les afecta tanto la secuencia de esas puntuales modas que marean a la mayoría.

Tal es el caso de Susana Solano, que sorprendió, desde que se dio a conocer ahora hace apenas 12 años, por el sentido metafórico, la entraña simbólica y la sugestiva sustancia sensible con que trataba los materiales y la sintaxis del lenguaje normalizado del minimalismo.

En cierta manera, Susana Solano, como los mejores escultores actuales, no hacía -sino desvirtuar los rígidos dogmas heredados de formalismo vanguardista terminal de los sesenta, tanto vía del citado minimalismo como de los conceptuales, pero este uso heterodoxo del código lo era por su inyección de vida, deseo; por, en definitiva, su positiva contaminación existencial.

Esta nueva encarnación del objeto está siendo una práctica habitual en bastantes escultores recientes, pero exige más que nunca que la sensibilidad y las vivencias del autor estén a la altura de su talento plástico, y, en este sentido, la posición de Susana Solano es verdaderamente privilegiada.

De esta manera, los compactos armatostes de hierro y plomo con que Solano fue articulando su lenguaje resultaban, en principio, de inusitada dureza, pero encerraban siempre un meollo poético a la vez muy personal y de elevada pregnancia simbólica, incluso cuando, en los comienzos, la falta de medios la obligaban a formatos más reducidos. La reflexión puramente plástica de Solano se abrió a libres consideraciones espaciales, donde no sólo tenían lugar las meditaciones clásicas sobre lo hueco y lo pleno, sino también sobre la transparencia atmosférica, las redes cristalinas donde se posa visualmente el aire.

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