Noticias que no saltan a la prensa
Viernes 20 de noviembre. Mientras espero en un bar cualquiera de Madrid a que me sirvan el bocadillo que he pedido entra una señora, aparentemente gitana, que en silencio va mostrando un carnet con la esperanza de que los aludidos le den una limosna. No ha pasado ni un minuto cuando se oye desde el otro lado de la barra un coro formado por tres voces: "¡Eh, tú, perro, fuera, aquí no queremos perros, lárgate!". Consternada, observo las caras de los presentes. Algunas sonrisas, algún comentario socarrón, y el resto... como si no hubiese visto ni oído nada.Lunes 23 de noviembre. Una compañera de trabajo va a la oficina de Correos para hacer la inevitable cola a fin de despachar la correspondencia. Una señora cualquiera, sin signos distintivos como la cabeza rapada o una cruz gamada cosida al abrigo, se cuela con pretendido disimulo, a lo que mi compañera le contesta (eso sí, con un ligero acento colombiano que adquirió por pasar su infancia allí, donde la llevaron su padre alemán y su madre española) que por favor no se olvide de quién estaba antes. Respuesta de la señora: "Cállate y vuelve a tu país".
Martes 24 de noviembre. Todavía no lo sé porque tengo intención de mandarles esta carta a primera hora de la mañana, pero sí sé que empiezo a sentir vergüenza por tener la piel blanca y hablar aparentemente sin acento sospechoso.
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