Energía a los ochenta
Georg Solti demostró ayer en Madrid que se puede llegar a los ochenta años en plenas condiciones físicas y artísticas. No sólo fueron los brincos con los que subió al podio, y los movimientos imparables en dos obras de expresividad muy intensa (el Concierto para Orquesta, de Bartók, y la Sinfonía número 1, de Brahms), sino también la actividad que desplegó a lo largo del día.
La orquesta a la que dirigió, la del Concertgebouw de Amsterdam, hizo ayer, el viaje, y Solti hizo por la tarde la prueba musical de la acústica del Auditorio. Era la primera vez que el veterano director húngaro-británico actuaba en esta sala sinfónica.
Recordaba la limpieza del sonido del Teatro Real, lugar en el que se presentó la última vez que dirigió en Madrid, y temía que el Auditorio Nacional pudiera decepcionarle. Pero no fue así, y el sonido a sala vacía le pareció excelente.
A mediodía, Solti había podido satisfacer su apetito voraz y afición a la cocina española: en el Ritz comió lentejas, paella de pescado y crema catalana, con vino Vega Sicilia, que consideró extraordinario.
La vitalidad del director quedó clara en el concierto, que se repetirá hoy con el mismo programa (las entradas están agotadas). Entre los asistentes a la sesión de ayer se encontraban, entre otros, el Premio Nobel de Medicina, Severo Ochoá; los políticos Félix Pons, Javier Solana, Alberto Ruiz Gallardón e Iñigo Cavero; la bailaora Lucero Tena y el contrabajista Ludwig Streicher.
Las actuaciones de Georg Solti con la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, cierran el ciclo Fuera de serie, organizado por el Madrid Cultural.
Él director considera que la orquesta holandesa que dirigió anoche se encuentra entre las cuatro mejores formaciones musicales de Europa, junto a las filarmónicas de Berlín y Viena y la sinfónica de Londres.
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