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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Salir de la vergüenza

DURANTE SU visita a Madrid, David Owen ha puesto sobre el tapete un problema de máxima importan cia. Hace un mes, el Consejo de Seguridad declaró a Bosnia "zona de exclusión aérea", es decir, prohibió a los beligerantes el empleo de aviones o helicópteros.Desde entonces, la violación de esa decisión ha sido sistemática, en particular por parte de los serbios. En una semana -según el último informe del secretario general Butros Gali- ha habido 73 violaciones de la resolución 781 del Consejo de Seguridad. Ante ese desafío a la ONU, la propuesta de Owen es que se tomen medidas para impedir por la fuerza que prosigan las violaciones, lo que supone aceptar una participación activa de los aviones de la VI Flota de EE UU para imponer la prohibición de los vuelos.

España, elegida miembro del Consejo de Seguridad, debe tomar una posición clara apoyando las medidas precisas para que se cumplan las decisiones de la ONU. En realidad, lo que resulta vergonzoso es que haya transcurrido más de un mes desde la declaración de la zona de exclusión aérea y que hasta ahora no se haya hecho nada para que se aplique. La comunidad internacional -y especialmente Europa- ha actuado ante la tragedia de la antigua Yugoslavia con excelentes medidas sobre el papel, pero con una pasividad culpable a la hora de aplicarlas. Es cierto que Europa y la ONU han hecho cosas positivas: la presencia de tropas de diversos países -entre ellas españolas- para asegurar la llegada de convoyes humanitarios es importante. Pero no deja de ser vergonzoso que esos convoyes europeos tengan que pedir permiso para circular a las bandas de irregulares serbios.

En la conferencia de Londres de agosto pasado, en la que la ONU y la CE, tomaron grandes decisiones para dar una solución pacífica a la guerra de Bosnia, un punto central fue acabar con la limpieza étnica. De poco ha servido esa resolución. Tadeusz Mazowiecki -encargado por la ONU de estudiar ese tema- afirma en un reciente informe que "la limpieza étnica se ha intensificado, y los serbios son los principales culpables". De otras decisiones de la conferencia de Londres (el alto el fuego, la entrega a la ONU de la artillería que bombardea Sarajevo, etcétera), ¿qué queda? El nacionalismo serbio de Milosevic sigue realizando su plan de deshacer la república de Bosnia-Herzegovina y apoderarse de gran parte de su territorio. Que haya planes croatas semejantes no disminuye la responsabilidad principal de los serbios. Europa debe asumir la suya y dar un giro más enérgico en su actitud. Es cierto que corresponden a la ONU muchas de las principales decisiones, pero en el tema yugoslavo la actitud europea ha marcado la pauta en muchos casos para los otros países del Consejo de Seguridad.

Un paso positivo, aunque con mucho retraso, ha sido decretar el bloqueo naval que permite a los barcos de la UEO y de la OTAN controlar que el embargo de Serbia no se viole por mar. Sin embargo, hacen falta medidas urgentes más resueltas para frenar la agresión a los bosnios. E impedir que se extiendan las ambiciones serbias. Por ello urge que la ONU envíe observadores y cascos azules a Kosovo y Macedonia, donde Milosevic prepara nuevos pasos de su política expansionista. En vísperas de unas elecciones (el 20 de diciembre) de las que depende el futuro de Milosevic, Europa debería corregir lo que ha sido la debilidad esencial de su política: su miedo a anunciar el empleo de la fuerza para imponer las decisiones de la ONU. Una actitud que reforzaría, sin duda, la opción pacifista serbia, ya sustancial en la actualidad.

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