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La herencia de un hombre justo

En memoria de José María de ZavalaDesde hace más de 10 años no tengo intervención alguna en la vida pública española y he declinado cuantos requerimientos se me han hecho para estar presente en los medios de comunicación. Si interrumpo ahora este prolongado silencio es porque ha ocurrido algo que me empuja a hacerlo: en la madrugada del pasado día 13 falleció en Madrid José María de Zavala, el hombre al que considero mi mejor amigo. Quiero rendirle desde aquí un homenaje, pero no sólo al amigo, sino a una personalidad relevante en la historia reciente de nuestro país que no debe quedar al margen de la memoria colectiva.Es muy posible que los más jóvenes desconozcan lo que ha significado José María de Zavala, un hombre que pertenció a ese puñado de españoles que hicieron posible la llegada de las libertades democráticas a Espafia tras 40 años de dictadura. Sus nombres ya no ocupan las páginas de los periódicos porque se retiraron de la actividad política para mantenerse leales a los ideales que han gobernado sus vidas. Por ello considero una obligación, a la vez que un privilegio, recordar el talante humano y el compromiso personal y político que ha elevado a Pepe Zavala -que es como todos le conocíamos- a la categoría de los personajes excepcionales que están detrás del desarrollo de los pueblos.

España es hoy una democracia consolidada, una sociedad pacífica en crecimiento que disfruta de un presente relativamente halagador. Esto no hubiera sido posible sin hombres que, como José María, en un pasado reciente se aplicaron en la búsqueda de una salida a la situación traumática marcada por una guerra civil y el posterior régimen franquista.

En estos tiempos en los que el noble oficio de la política queda en entredicho para algunos, la 5gura de Zavala es una referencia diáfana sobre la condición de las personas que dedican su vida a una causa por el simple hecho de considerarla justa. Esas personas que han sido capaces de ser consecuentes con unas ideas puestas generosamente al servicio de la sociedad. Si hubiera un concepto capaz de aglutinar las cualidades de mi gran amigo y princípal colaborador, el ideal de servicio sería sin duda el centro de su, personalidad. Un hombre que lo dio todo, que rehusó las tentaciones de las prebendas sin esperar jamás otra cosa que el cariño de quienes le admirábamos. No podía ser de otra forma por parte de quien fue un maestro de la lealtad.

Desde muy joven, Pepe Zavala se vio envuelto en el drama de la España que le tocó vivir. A los 13 años. se escapó de su casa para alistarse en un tercio de requetés, como uno más de los jóvenes atrapados en las contradicciones y los horrores de la- guerra. civil que empujó a media España en defensa de sus ideales contra la otra media que defendía igualmente sus valores en la barricada. Para él, aquella contienda fue una experiencia dolorosa que le empujó, como a tantos otros españoles, a buscar otros caminos para superar la confrontación, recuperar la paz y alcanzar la libertad. Entre los defectos que se le pudieran adjudicar nunca estaría el de la indiferencia ante sus semejantes o el mundo que le rodeaba.Su capacidad innovadora, su inteligencia extraordinaria y su coraje hicieron de él un colaborador excepcional. Así lo demostró cuando, bajo la dirección de mi padre, don Javier -que tenía prohibida la entrada en Españpa y a quien José María mostraba un especial carino-, iniciamos la apasionante labor de reorganizar el carlismo para luchar contra la dictadura y establecer en España un sistema de libertades.

En una larga andadura de actividad política y evolución ideológica, huérfanos los carlistas de medios económicos y de apoyos exteriores, Zavala fue el gran ejecutor del milagro: transformar nuestro histórico movimiento político en un partido joven, de masas. Con un programa asentado en el socialismo autogestionario y federalista, como oferta a una sociedad en renovación. Durante los años sesenta y setenta, como secretario general del Partido Carlista, fue José María el preciado enlace con el interior de España desde mi exilio forzado en París y en el sur de Francia.

Gracias a su pasión y a su extraordinaria capacidad de trabajo logró pilotar el desarrollo ideológico del carlismo, con la difícil creación de infraestructuras para organizar a los jóvenes atraídos por el socialismo democrático. A la vez, canalizó los contactos y la colaboración -con otras fuerzas de la oposición democrática al franquismo. Conté con su inestimable ayuda en la fundación de la Junta Democrática en París y, posteriormente, de las otras plataformas de unidad de la oposición que permitieron una conquista de la libertad en España sin confrontaciones violentas.

Durante 30 largos anos, José María de Zavala no ha tenido otra dedicación que la causa a la que comprometió su vida. Junto al hombre de acción que resistió la persecución y las comisarías también está el intelectual dotado de la vieja ambición enciclopédica. Experto en geoestrategí ' a política, estudioso de la Edad Media, investigador del islam, sus manuscritos aguardan a alguien que supere la humildad con que los almacenaba en los cajones de su despacho.Todos los que han conocido a Pepe Zavala coincidirán conmigo en que, con la llegada de las libertades, podría haber tenido un puesto de privilegio en la élite política de nuestro país. Pero él nunca de sentó en el banquete de la democracia. Su respuesta a los requerimientos en ese sentido fue la prudencia del silencio y su dedicación al estudio minucioso y lúcido de ,los problemas de España en la sobriedad de su casa de El Escorial, muy cerca de donde hoy descansa para siempre.

Tengo una gran paz interior después de haber devuelto a la tierra a José María. He podido comprobar que desde su condición de cristiano, vivida sin aspavientos ni exageraciones, s:Ino con sinceridad y espíritu crítico, ha ganado la batalla más importante de la vida. Nunca trató de demostrar que era un héroe, pero siempre supo vencer al miedo. Soy testigo, personalmente, de que lo hizo así hasta el último momento, cuando se encaró al rostro terrible e inevitable de la muerte rodeado de su esposa, María Paz, su fiel compañera; de su hijo Jesás, y de todos los amigos, a los que he visto llorar como sólo saben hacerlo los niños.

La velocidad de los acontecimientos políticos de nuestros días, la inmediatez y el excesivo pragmatismo que impregnan estos tiempos de f-in de siglo no permiten observar con serenidad las trayectorias de los hom7 bres y mujeres que han hecho posible que la libertad sea en España un hecho irreversible. Esta garantía la han fraguado personas notables. Estoy seguro de que existen muchas. Yo he tenido la suerte de conocer muy de cerca a una de ellas. Con su trayectoria personal y política ha demostrado que en medio de las profundas crisis que nos rodean, de las tentaciones del poder y el dinero, el amor y la inteligencia puestos al servicio de una causa solidaria son las vigas más resistentes para el edificio de nuestra sociedad. Si esas cualidades van acompañadas del coraje y la gallardía de José María de Zavala, tenemos el retrato de un hombre que se merece el reconocírniento de todos. Lo digo no sólo desde la emoción, sino desde, la justicia.

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