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Dios vuelve al Kremlin

Una misa pone fin a siete décadas de ateísmo

Dios volvió oficialmente ayer al Kremlin. En el atardecer del sábado se celebró la primera misa desde que el Gobierno ruso decidió, la semana pasada, devolver a la Iglesia ortodoxa el conjunto de catedrales-fortalezas coronadas por cúpulas en forma de bulbo. Se ponía fin así a un paréntesis de 75 años de ateísmo impuesto por el poder soviético.

Envueltos en floridas túnicas de color escarlata y en una nube de incienso, sacerdotes de luengas barbas desterraron desde la excelsa catedral del Arcángel la memoria de siete décadas y media de ateísmo en el más antiguo y venerado centro del poder, en el mismísimo Kremlin, de Moscú. La catedral en que se ofició la ceremonia litúrgica está dedicada al arcángel San Miguel, que en la tradición cristiana fue el que logró vencer a Satanás.Sin embargo, el acceso al Kremlin establecido desde el triunfo del comunismo, se mantenía firme ayer. Antes de las diez de la mañana, explicó un policía, la entrada está estrictamente autorizada sólo a los que disponen de permiso.

"¿Dónde está su invitación? ¿Dónde está su pase? ¿Qué pasa con sus documentos de identidad? Déjeme ver su pasaporte", preguntaban media docena de guardias de ojos turbios junto a la Puerta de la Trinidad, uno de los accesos que franquean el muro de ladrillo rojo que rodea el conjunto del Kremlin.

Invitación divina

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"No es posible entrar sin una invitación oficial", repiten un par de severos oficiales a la puerta del templo mismo. "Incluso aunque Dios mismo le hubiera invitado, no veo cómo pudo haber pasado el control de la puerta principal", remachó otro con desconfianza.

En el interior, voces bajas entonaban una canción religiosa. Las velas temblaban. Numerosas ancianas con la cabeza cubierta con pañuelos floridos rezaban fervorosamente mientras media docena de oficiantes, con largas barbas y cabellos grises, avanzaban por el pasillo que dejaban los fieles.

Dos cosacos de grandes bigotes, calzados con impolutas botas de medio muslo y vestidos con uniformes del siglo XIX, con la cabeza humildemente inclinada, esperaban la ceremonia de la comunión.

Cuando los bolcheviques se alzaron con el poder en 1917, las iglesias fueron ocupadas como parte de una cruda campaña en favor del ateísmo. Muchos sacerdotes murieron en campos de concentración y un gran número de templos fueron incendiados y reducidos a escombros. La enseñanza de la religión fue calificada de reaccionaria. Sólo una pequeña parte de templos y religiosos recibió autorización estatal para seguir celebrando ceremonias religiosas bajo el régimen soviético.

Aunque algunos líderes bolcheviques hicieron un llamamiento para destruir las iglesias del Kremlin, la mayoría de ellas fueron preservadas como museos.

El acuerdo alcanzado la semana pasada entre las autoridades rusas y la Iglesia ortodoxa llegó casi un año después de que la bandera roja de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fuera arriada de las torres del Kremlin. El acuerdo permite que servicios religiosos plenos puedan volver a desarrollarse en los templos ubicados en el antiguo centro del poder soviético después de 75 años de ateísmo.

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