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Un palacio-museo unico en su género

Windsor se levanta sobre una colina que domina el Támesis a unos veinte kilómetros de Londres. Su espectacular silueta se recorta sobre el paisaje circundante desde cualquier dirección que se contemple. Muy cerca de allí los sajones poseyeron una especie de pabellón y más tarde Guillermo el Conquistador se apropió de él para aprovechar las enormes posibilidades de caza en los bosques cercanos.Se ignora el momento exacto de la construcción del castillo actual, pero debió comenzar a la vez que la Torre de Londres, en torno al año 1078. Fue en principio una fortaleza para usos militares exclusivamente. Luego fue convertida en residencia regia en 1110, cuando Enrique I se trasladó desde el viejo pabellón al ya formidable Alcázar.

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Desde entonces, los monarcas británicos han utilizado sus estancias y ampliado y añadido nuevas edificaciones, enriqueciendo tanto el aspecto exterior como el interior del castillo. A comienzos del siglo XIX, los monarcas de la época llevaron a cabo una gran restauración en estilo neogótico.

Windsor constituye hoy una vastísima ciudadela, reforzada por torres -algunas tan colosales como la Torre Redonda- con una espléndida capilla gótica, la de San Jorge, construida entre 1475 y 1525, lugar de enterramiento de muchos soberanos ingleses.

También destacan los magníficos apartamentos regios, en parte abiertos al público y parte de uso privado por la familia real británica. Grandes puertas y patios, salones y escalinatas, bóvedas de todo tipo y trabajos artísticos muy diversos confieren al monumento una personalidad propia indiscutible.

Los techos fueron pintados por artistas del barroco. Los escultores más reputados labraron decoraciones en madera y estuco. Las colecciones de porcelanas, armaduras, muebles, miniaturas, lámparas y tapices son célebres. Numerosísimos cuadros de la escuela inglesa y de las grandes escuelas europeas, de Gainsborough y Reynolds a Rembrandt y Rubens, cuelgan de sus muros. Bronces, bustos en mármol y obras en terracota componen el repertorio de escultura. El palacio-castillo cuenta asimismo con ornamentos y atuendos religiosos y civiles.

En medio de tan soberbio cúmulo de tesoros destaca la conocida biblioteca con una inigualable colección de dibujos de los grandes maestros universales, entre los que sobresale Leonardo da Vinci. Libros de raras encuadernaciones, manuscritos famosos y textos incunables valiosísimos figuran entre las más distinguidas joyas que se guardan allí y periódicamente se exhiben.

El castillo de Windsor, además, es un lugar simbólico en la medida en que fue escogido para apellido oficial de la dinastía, antes llamada de Hannover hasta la Primera Guerra Mundial. En este lugar, por espacio de nueve centurias, reyes y reinas han vivido y reunido infinitos testimonios culturales de primer orden que contribuyen a su renombre. Se trata de un palacio-museo único en su género.

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