Todo en un día
EL PAÍS del día 2 de noviembre aplica un editorial (Lectura y re forma) a denunciar la incapacidad lectora de los escolares españoles, más llamativa en los últimos cursos de EGB; una incapacidad que ciega a los chicos la fuente canónica de conocimiento que es la lectura. Una de las causas, aventura el diario, podría radicar en el hecho de que los maestros licenciados hubieran caído en la tentación de convertir el ciclo superior de primaria en un mal remedo del antiguo bachillerato elemental.La hipótesis es delirante. Un futbolista obedece las instrucciones del entrenador que le ha exigido emplearse con dureza y lesiona a « un rival. Como estudia medicina, es acusado de sus conocimientos de fisiología. O tache a Peridis de lapidario porque trasluce en su humor los estudios arquitectónicos.
Los niños no leen en EGB ni en bachillerato. Es una obviedad. B. Bettelheim, por poner un ejemplo ilustre, ha buceado en las causas, hundiéndonos en los sótanos de los primeros textos de aprendizaje de lectura; esos textos son un insulto a la inteligencia de los escolares.
Pero para descargar de culpa y responsabilidad a los inculpados convendría recordar brevemente que la ley de educación de 1970 se promulga coincidiendo con una considerable masificación de los centros. Aquella ley propugnaba, instaba a la especialización. Los alumnos que hoy tienen entre 14 y 28 años han formado parte de grupos anónimos de 35 y 40 o más alumnos. Un profesor impartía su especialidad a muchos grupos sucesivamente, 7º A, 7º B, 7º C, 7º D. Eso hay que traducirlo a 140, 160, 180 o más alumnos. Cada profesor, cada día, repetía idéntica ración docente. De lenguaje, de ciencias sociales, de ciencias naturales, lo mismo da. La dosis cultural es esquilmada, esquemática, mínima.
En fin. En el mismo periódico, en el mismo día, Agustín García Calvo nos anuncia también el derrumbamiento de un sistema, que se vino abajo con toda su aburrida abundancia.
Hace acopio de todas las claves, en escala telescópica, y nos dispensa de más exculpaciones. Pero invita a pensar que el acto educador, tan intemporal como la molienda de los dioses que muelen despacio sus molinos,precisa urgentemente una revisión y un regreso a sus orígenes.
En cualquier caso, los funcionarios docentes que reúnen doble titulación académica (aunque EL PAÍS los reduzca a una mera doble condición) no tienen, como tales, ninguna responsabilidad. En 1970, los funcionarios de bachillerato fueron despojados de una franja importante de alumnado, en virtud de una ley que suprimía el bachillerato elemental. Las decisiones del legislador se acatan, por más discutibles o cuestionables que sean sus preceptos.-
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