EL PAÍS lanza en Francia, a partir del próximo martes, una edición diaria destinada a Europa
Bernard Nozière olfatea el vaso de Paulliac de 1975, esboza una íntima sonrisa de satisfacción, confirma el placer paladeando el tinto, se afila las puntas de su mostacho de sargento de húsares y, dirigiéndose a los españoles que comparten su mesa, propone: "Brindemos por Europa". Nozière es un hombre satisfecho: la imprenta que dirige en Roubaix acaba de sacar los primeros ejemplares de un diario español que ven la luz en el exterior de la península Ibérica. Nace la edición europea de EL PAÍS.
"Con esta iniciativa tratamos de ser consecuentes con la vocación europea con la que nació el periódico, y que impulsaron sus fundadores", ha afirmado Joaquín Estefanía, director de EL PAÍS. "La Edición Europa de EL PAÍS supone una apuesta por la unidad europea y un compromiso con nuestros lectores europeos que, a partir de ahora, tendrán el periódico a primera hora de la mañana, como nuestros compradores en España. Estamos seguros de que así ampliaremos nuestra presencia en el Viejo Continente y podremos competir mejor con los diarios europeos que forman parte de nuestra franja de mercado; es decir, de los medios de comunicación de referencia", declaró.A las 21.45 de este viernes ha llegado a los talleres de Nord Éclair la última de las 72 páginas transmitidas por línea telefónica desde Madrid. Una máquina ha leído en el número 40 de la calle de Miguel Yuste las páginas de EL PAÍS y, por un procedimiento semejante al de un fax de alta resolución, las ha enviado a la Rue du Caire, en las afueras de Roubaix, en el noroeste de Francia. Aquí se han convertido en las planchas de aluminio para la rotativa.
Un cuarto de hora después la rotativa está a punto de arrancar. Nozière mordisquea con nerviosismo su habano. Tripudo, mostachudo y de pelo crespo y entrecano, Nozière es el director de la imprenta de Nord Éclair, con su moderno sistema de facsímil y sus siete rotativas. Ya tiene experiencia en la impresión a distancia de diarios -la edición europea del británico F¡nancial Times desde 1988, y la del italiano La Repubblica, desde hace unas semanas-, pero esta noche afronta un nuevo desafío.
La rotativa, una Super Gazette Rockwell de 12 cuerpos, comienza a ronronear. Por enésima vez en la historia del periodismo va a vivirse un instante mágico. Venidos desde Madrid, los representantes del equipo técnico de EL PAÍS observan el proceso: giran las bobinas de papel, atruenan las plegadoras, trabajan los cilindros, cumplen la tinta y el agua sus respectivos cometidos y, a las diez de la noche, la serpiente comienza a vomitar periódicos escritos en castellano.
20.000 ejemplares
Nozière, los representantes de EL PAÍS y los trabajadores de Nord Éclail se entintan las manos hojeando los primeros ejemplares. Las páginas están mal cortadas, pero el problema se subsana en un par de minutos; falta tinta aquí y sobra allí, pero el entuerto es deshecho en un periquete. Veinte minutos después del arranque de la rotativa, el periódico es tan presentable como el que se imprime en Madrid o Barcelona.
"No está mal", dice Nozière "pero lo importante es lo que ocurrirá el lunes". Y es que lo de esta noche sólo es el ensayo general de lo que pasará a diario a partir de la noche del 16 de noviembre: la impresión en Roubaix de más de 20.000 ejemplares de EL PAÍS destinados a los quioscos de Francia, Bélgica, Alemania, Reino Unido, Holanda, Grecia, Italia, Rusia, Suecia y otros países europeos. Este periódico podrá leerse con el desayuno en un café de París, un seminario de Roma o un despacho del Kremlin.
Fue el edificio de Nord Éclair una fábrica textil. Y fueron miembros de la próspera burguesía local, la familia Reboux-, los que fundaron en 1856 el Journal de Roubaix, el periódico que, tras la II Guerra Mundial, vendría a llamarse Nord Éclair. Hoy, ese periódico, según dice François Malaret, secretario general de su redacción, se define como "de tendencia demócrata social de inspiración cristiana". Nord Eclair apuesta por el europeísmo. Por convicción ideológica y por interés material. "La región Norte-Paso de Calais", dice Malaret, "sufre una terrible decadencia económica: todas las minas han cerrado y nuestro textil dejó de ser competitivo". Pero Lille, Roubaix y las otras laboriosas localidades del noroeste francés cuentan con otro capital: su estratégica situación geográfica, una encrucijada entre Inglaterra, Bélgica y Francia, y su cercanía a Holanda y Alemania.
"Con la llegada en el otoño de 1993 del tren de alta velocidad, Lille estará a una hora de París, media hora de Bruselas y dos horas de Londres", dice Malaret. Roubaix, a 13 kilómetros de Lille, no desea convertirse en una ciudad dormitorio. El futuro de esta localidad de 100.000 habitantes está en su conversión en "un gran centro de comunicaciones europeas", afirma Nozière.
A partir del lunes, los ejemplares del primer diario español que se imprime en el extranjero y se distribuye tomando Bruselas como centro logístico no deberán faltar a la cita matutina con todo el Viejo Continente.
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