Otoños callejeros
Escuchar el Otoño de Vivaldi en el paseo del Prado no cuesta nada. Ni en el parque del Oeste, ni en la Gran Vía. Ellos, los músicos callejeros, regalan minuetos, adagios y preludios a los perros, barrenderos, vagabundos y japoneses, que les acribillan con sus cámaras fotográficas. Se dejan contratar para fiestas, comuniones y despedidas de soltero, pero su medio natural radica entre las hojas muertas y los adoquines encogidos por el frío. Sus casetes, grabadas de forma artesanal, cuestan 1.000 pesetas y la voluntad. Por una vez, la calle le ganó la partida a los grandes almacenes en el anuncio de una nueva estación.
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