Un polvorín
DE LOS conflictos armados que se extienden hoy como un cinturón de fuego en la periferia de Rusia, la guerra civil de Tayikistán es quizá el que tiene mayor potencial desestabilizador desde un punto de vista geoestratégico, ya que la seguridad de toda Asia Central y de la misma Rusia están en juego en las luchas tribales de aquella lejana república, fronteriza de Afganistán, China, Kirguizistán y Uzbekistán.Desde el punto de vista local, la guerra que se está cobrando vidas por millares en Tayikistán supone la expresión violenta de ancestrales enfrentamientos de clanes vinculados a las distintas regiones del país. Por una parte, están los partidarios de Rajmón Nabíyev, cuyo feudo está en la provincia norteña de Leninabad. Por otra, están los grupos del sur, que incluyen a los de la provincia de Kurgán-Tiubé (miembros del Partido del Renacimiento Islámico y sus aliados reformistas opuestos a Nabíyev) y los de la provincia de Kuliab. Estos últimos apoyan a Nabíyev con la esperanza de que éste les permita participar en la gestión del poder en el caso de que vuelva a detentarlo. La circunstancia de que Nabíyev fuera el máximo dirigente comunista de Tayikistán es irrelevante, porque en estas regiones, que son las más depauperadas de la ex Unión Soviética, el peso del clan ha sido y es más fuerte que el peso de ideologías foráneas, y el comunismo en Asia Central o bien se adaptó al sistema de relaciones forjadas durante siglos, suavizándolo, o bien supuso una clara influencia europeizante que se está perdiendo rápidamente.
Desde un punto de vista geoestratégico, la guerra en Tayikistán plantea una serie de problemas que pueden precipitarse como una avalancha sobre Rusia y los países de Asia Central integrantes de la alianza de seguridad euroasiática. De todas las repúblicas de la zona, Tayikistán es la que refleja una mayor influencia islámica. Sin embargo, la misma existencia de la guerra civil plantea serias dudas sobre las posibilidades de consolidación del fundamentalismo islámico en un frente único, dado que las diferencias de clan y de tribu son más importantes que el factor religioso.
El peligro de la oleada islámica, que tanto preocupaba hace unos meses, parece hoy sustituido por la amenaza de inestabilidad y de conflictos en cadena que pueden llegar a una guerra total de todos contra todos, comenzando por Uzbekistán, donde la minoría tayika es un verdadero barril de pólvora susceptible de estallar en cualquier momento. El potencial de conflictos nacionales y territoriales es hoy inmenso en esta zona, donde las fronteras trazadas en los años Veinte por la dirección estalinista soviética son totalmente artificiales.
Una refriega bélica generalizada supondría un desastre para Rusia, que se enfrenta hoy ya al problema de la inseguridad en los aledaños de sus fronteras orientales (abiertas a la penetración afgana e iraní, sobre todo a partir de Tayikistán y Turkinenistán, respectivamente), sin poder siquiera plantearse, en última instancia, una retirada de los espacios asiáticos a sus fronteras de Estado, lo que supondría tener que trazar una larguísima y rígida línea divisoria con Kazajstán, dejando fuera a los muchos millones de rusos que viven en esta república. Una retirada de ese calibre no sólo no resolvería el problema de la inestabilidad en las regiones asiáticas vecinas a Rusia, sino que incrementaría la inestabilidad interna de ésta.
La 201ª División de Infantería Motorizada rusa, que, atacada por vanguardia y retaguardia, vigila hoy las fronteras entre Tayikistán y Afganistán, protege algo más que los intereses rusos. En Tayikistán, no lejos de la ciudad de Jodzhend (antes Leninabad), están emplazadas unas importantísimas instalaciones de enriquecimiento de uranio, donde se procesaba el 30% del uranio de la URSS. En sus ambiciones para lograr una bomba atómica islámica, Irán o Pakistán pueden tratar de utilizar el acceso a Tayikistán que supone la vecina Afganistán.
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