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SUBE LA PRESIÓN FISCAL

Los caprichos del recaudador

El impuesto de actividades económicas perjudica muchas veces a los más humildes

Francisco Peregil

El arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza pagará 200.000 pesetas ahora por algo que el año pasado le costaba la mitad. El decano de su escuela también doblará lo que abonó. Otros lo triplicarán. Otros más humildes, como el propietario de un pub de la calle de la Ballesta, cumplió con el fisco con 60.000 pesetas en 1991, y este año deberá desprenderse de 30 billetes de 10.000 pesetas. La rueda del fisco, como la de la fortuna, se dispara y a veces se ensaña con los más pobres.

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Hay en Madrid una cadena de restaurantes de tres y cuatro tenedores que también se ha visto perjudicada por el impuesto de actividades. Hasta cuatro veces subió la cuota a pagar en algunos de sus locales. Pero el gerente prefiere guardar el anonimato de su compañía por no interferir los intereses de muchos clientes.El gerente actúa con cautela porque, por un lado, los socialistas inventores del tributo achacan cualquier desproporción en su cobro a los gestores, en este caso el Ayuntamiento del PP, y por otro, las autoridades municipales se escudan en que no parieron el invento. Demostró olfato empresarial el gerente.

Otros más humildes, con menos que ganar, pero mucho más que perder, no dudaron en denunciar sus casos. Julio Fernández, propietario del bar Kiss, en la calle de la Ballesta, 4, pagaba el año pasado 60.000 pesetas. Este año le pide el Ayuntamiento 300.000 pesetas.

El dueño de la pizzería P-3, en la calle de Santo Domingo, de cuarta categoría fiscal, pagó el año pasado 30.000 pesetas por la licencia y 17.000 por la radicación. Este año debera cotizar 346.663 pesetas, ni una más, ni una menos.

Otros a los que aún no les ha llegado el papel del Ayuntamiento con los numeritos a pagar ya han echado sus cuentas. En el café Gijón, según los cálculos que han realizado sus administradores, esperan desembolsar algo más del triple que en 1991.

La mirada de los contribuyentes se vuelve en estos casos hacia las sedes de las asociaciones gremiales. A la plaza de Matute, donde se encuentran las oficinas de la Federación de Cafés, Bares, y Tabernas de la Comunidad de Madrid, acuden a diario muchos propietarios de locales con copias de los impresos para que les digan si no se ha equivocado el Ayuntamiento al enviársela. El Ayuntamiento, según de clara su concejal de Hacienda, Fernando López Amor, puede equivocarse porque el en el censo de contribuyentes que le envió el Ministerio de Hacienda en septiembre aparecen bastantes errores. Pero la mayoría de ellos se han subsanado y las cifras a pagar son fatalmente correctas.

Casi todos los responsables de las distintas agrupaciones gremiales cuentan con un familiar, un amigo, cuando no son ellos los más agraviados, que paga un 500% de lo que pagó el año pasado. Los propios asesores fiscales de la Cámara de Comercio han visto cómo se incrementa el dinero que han de pagar por sus despachos hasta en cinco veces. Y no pueden hacer nada. Simplemente, soltar los billetes.

Algunos profesionales que se enfrascaron en su día en pleitos con la Administración, este año, ejercerán de chicos buenos y acatarán lo que ordene el fisco. El decano de la Escuela de Arquitectos, Ricardo Aroca, quien ya perdió un pleito por negarse en su día a pagar el impuesto de radicación, abonó unas 70.000 pesetas el año pasado, y éste tendrá que cumplir con 130.000.

Su colega el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, autor de la sede central del BBV, en la Castellana, las Torres Blancas y tantos otros, pagó en 1991 unas 100.000 pesetas. Por el impuesto de actividades económicas desembolsará 200.000.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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