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Kiko Veneno reclama una mayor dignidad para la música popular

El peculiar músico sale de su ostracismo y publica el disco 'Échate un cantecito'

Kiko Veneno es un músico atípico. Su nombre artístico proviene de su primer grupo, Veneno, que en 1977 marcó un punto y aparte en la música española de raíz andaluza y fue el detonante que permitió la explosión de Pata Negra y otros artistas que hoy se encuadran dentro del llamado nuevo flamenco. Heterodoxo, enigmático y respetado, su vida artística se ha señalado por su irregularidad y su etiqueta de maldito. Hoy, Kiko Veneno reaparece con un disco, Echate un cantecito, que intenta recuperar el espíritu de Veneno y defender la dignidad de la música popular.

José María López Sanfeliú nació en Figueres (Gerona) hace 40 años. Hijo de militar y payesa, a los dos años se trasladó con su familia a Cádiz, y a los nueve, a Sevilla. Bajo ambiente andaluz renació como Kiko Veneno, tras licenciarse en Filosofía y Letras y trabajar haciendo encuestas. "Tenía un ronroneo de algo artístico y me enamoré de la música popular", dice Kiko Veneno. "Fue un flechazo que tenía en la cabeza, como una idea flotante".De escuchar a Los Beatles, a Los Rolling Stones y a Los Brincos, Kiko Veneno pasó a convertirse en artista. "No tenía conciencia de ser músico, algo que me sigue pasando, pero conocí a una gente que me estimuló a componer. Fue un espaldarazo, porque vi un puente para la comunicación". Y con las guitarras de Raimundo y Rafael Amador, que después crearon Pata Negra, comienza la vida de Veneno. Era el año 1977 y se abría una de las leyendas más breves de la música popular española.

Fugacidad

"Veneno tuvo el don de la fugacidad, porque se mantenía en un equilibrio muy frágil. Era un conglomerado de payos y gitanos, y cuando la gente se empezó a interesar, el grupo ya no existía. Veneno se mantuvo hasta 1980, y hoy se le recuerda con un halo romántico por lo que ya no existe". Las circunstancias tampoco colaboraron a prolongar la vida del grupo. "No teníamos las ideas claras y no podíamos vivir de la música. Tuve que poner un bar y continué trabajando en la música como pude. Esto me ha permitido no estar quemado a los 40 años". Kiko Veneno se refiere a la desaparición del grupo como "la gran pérdida de la música española de raíces andaluzas".Desde entonces, Kiko Veneno se convierte en punto de referencia, en artista respetado. "Haces una cosa que da fruto, abres un camino nuevo, desapareces y ya eres un artista maldito. Ahora me doy cuenta de que continuamos un camino accidentado que se paró con la guerra civil".

El músico muestra su admiración por la generación del 27, por Cernuda, Aleixandre, Alberti, Dalí... "Ellos unieron el arte con la vida, y esta idea se acabó con la guerra. Poquito a poco la vamos recomponiendo, pero hay que cultivarla, porque nada cicatriza solo. Hay que volver a recuperar esos mitos a costa de hacer el ridículo, de perder los papeles".

El camino de Kiko Veneno en los ochenta no ha sido de rosas. Algún disco -Seré mecánico por ti (1981)-, un intento desesperado de recomponer Veneno con Raimundo Amador en 1989... "En fin, ganas de hacer, pero sin saber qué ni cómo. Había perdido el fundamento, faltaba la base vital y me di cuenta' de que no podía seguir más. Y empiezo desde cero, viendo cómo puedo continuar el trabajo de 1977, con tiempo, con calma". Hasta Échate un cantecito, su último disco.

"Con este trabajo he tenido la suerte de ponerme a la altura de aquel camino", afirma el músico. "Si hubiera sido riguroso, quizá podía haberlo conseguido antes, pero no estaba dispuesto a pagar el precio de pasar por encima de todo. No se puede ser tan inhumano". Y Kiko Veneno, que afirma tener un sentido místico de la vida, muestra su preocupación por su papel de transmisor -"Los artistas somos mensajeros, lo que no es nada grandioso. Lo grandioso es el dinero que genera"-, y habla del trabajo de un artista popular: "Los autores más grandes son los que no tienen nombre ni apellidos. Yo me meto entre la gente y compongo una canción, que en realidad es de esa gente, pero la Sociedad de Autores no defiende el término popular. Me están quitando los fundamentos teóricos de mi trabajo. Las canciones que Lorca arregló y que mantuvo como populares las he visto firmadas con nombres y apellidos. Hay que defender la música popular, porque estamos perdiendo las fuentes. Trabajamos con un material puro y noble, y tenemos que mantener esa dignidad".

La colaboración de Santiago Auserón en Echate un cantecito y en los planteamientos teóricos de Kiko Veneno parece importante. "Con Santiago encontré las guías", dice el músico. "Hemos trabajado como amigos revisando los fundamentos, porque los dos echamos de menos un intercambio cultural. Necesitamos sentirnos dentro de la música popular. Intercambiar sin robarnos".

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