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El Gobierno británico, reduce el número de minas condenadas al cierre

Enric González

El Gobierno británico optó ayer por el mal menor. Entre desdecirse o sufrir una grave derrota parlamentaria, eligió desdecirse. El ministro de Industria y Energía, Michael Heseltine, retiró el plan de cierre de 31 minas de carbón y anunció que sólo 10 de ellas dejarán de producir. Las demás quedarán pendientes de una revisión del programa energético. El primer ministro, John Major, admitió, que había "subestimado la reacción popular" ante la perspectiva de un despido masivo de 30.000 mineros.

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Heseltine, a su vez, pidió disculpas a la Cámara de los Comunes y asumió "toda la responsabilidad" por el desaguisado político. Ni la oposición ni un grupo de tories rebeldes se dieron, sin embargo, por satisfechos, y al menos cinco diputados conservadores exigieron la dimisión del titular de Industria. Con esta retirada, el Gobierno de Major apaciguó parcialmente la rebelión que se fraguaba en su propio grupo parlamentario. El nuevo plan sobre British Coal, que incluye sólo 10 cierres y un "estudio en. profundidad" sobre el futuro de otras 21 minas, adornado con la promesa de que cualquier desmantelamiento se hará "de forma gradual" y de que no habrá despidos, sino "bajas voluntarias", tiene posibilidades de ser aprobado mañana, cuando la Cámara de los Comunes proceda a la votación decisiva.

Alto riesgo

La consulta sigue entrañando, sin embargo, un alto riesgo para el Gabinete, ya que al menos cinco tories se declararon insatisfechos y mantuvieron su intención de votar contra el plan. Y aún en el caso de ganar mañana la votación, el daño que el Gobierno se ha autoinfligido ante la opinión pública con este nuevo y brusco cambio de opinión es, sin duda, muy grande.

Michael Heseltine, uno de los pesos pesados del Gabinete, sale chamuscado de la escaramuza. La sesión parlamentaria de ayer, la primera del curso, fue extremadamente turbulenta. El ministro tuvo que oír durísimas críticas, abucheos y peticiones de dimisión desde los bancos laboristas y -lo que es más grave para la estabilidad de la Administración conservadora- desde algunos escaños tories. Con una mayoría de sólo 21 escaños, el Gobierno no puede permitirse en esta votación decisiva la menor indisciplina de voto.

La retirada del plan fue decidida ayer durante una reunión de emergencia del Gabinete celebrada por la mañana. Ya el día anterior, domingo, los ministros más directamente implicados se habían congregado a cenar en Downing Street para debatir el problema.

En la cena se llegó a la conclusión de que tanto el controvertido plan como la caótica forma en que se dio a conocer eran indefendibles en el Parlamento. La sesión de ayer se dedicó a cerrar filas, a calmar a los ministros más. indignados con Michael Heseltine -como la ministra de Empleo; Gillian Shephard- y a unificar criterios para no caer en nuevas contradicciones. El primer ministro admitió, a las puertas de Downing Street, que se había "subestimado la reacción popular" ante el anuncio de cierre. Uno de sus portavoces afirmó después que no habría dimisiones, a pesar de que no sólo la oposición, sino cinco diputados tories, han pedido durante el fin de semana que Heseltine abandone el Gobierno. Tres de ellos (William Cash, Winston Churchill y Teddy Taylor) formularon su exigencia ante el pleno de los Comunes, para regocijo de sus colegas de los bancos laboristas.

Un ministro agotado

Michael Heseltine no fue ayer el gran orador de sus buenos tiempos. Su agotamiento era evidente, y en el fragor del debate parlamentario los nervios le traicionaron varias veces. La más notoria de ellas fue cuando interrumpió al laborista radical Dennis Skinner con un grito ("¡deje de ser tan puñeteramente estúpido!") que en circunstancias normales le habría valido, sin duda, una seria reprimenda de parte de la jefa de la Cámara, Betty Boothroyd.

John Major tiene ahora en su haber varias retiradas más o menos vergonzosas (Sistema Monetario Europeo, devaluación, cambio de política económica, titubeos respecto a Maastricht y ahora el cierre de las minas) y dos ministros muy tocados, los de Finanzas e Industria. Norman Lamont y Michael Heseltine son abiertamente criticados por su propio partido. Pero el primer ministro ha avalado personalmente tanto a Lamont como a Heseltine, y le sería, por tanto, difícil excluirles del Gabinete sin asumir su parte de responsabilidad en los errores cometidos por ambos.

Un portavoz de Downing Street dijo que "el primer ministro es consciente de que se ha actuado con precipitación, y de que se prestó demasiada atención a los detalles económicos y muy poca a la reacción del público ante el cierre de una industria tan importante, al menos desde el punto de vista sentimental, como la del carbón". El mismo portavoz abundó en un argumento utilizado ya el viernes por John Major: "Se nos critica por nuestra supuesta pasividad ante la crisis económica, y se nos critica también cuando tomamos la iniciativa y anunciamos decisiones importantes. Nadie puede pensar que en plena recesión sean posibles las medidas populares. Se puede cambiar el procedimiento, pero no el fondo del problema: las minas tendrán que cerrarse, más pronto o más tarde, y esa es la realidad", agregó.

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