Los 'tories' dejan a Major en situación crítica
El Partido Conservador británico se niega a aceptar el cierre de las minas de carbón y el despido de 30.000 mineros. Ante esta segunda rebelión, que se solapa con la suscitada por el Tratado de Maastricht, la posición del primer ministro John Major es desesperada: o retira el plan de cierre y se desautoriza a sí mismo o asume la casi total certeza de una derrota parlamentaria cuando la Cámara de los Comunes vote sobre el plan el miércoles.
El gabinete de crisis, convocado para hoy, optara por una de las dos posibilidades. El descrédito del primer ministro es tan grave que, sólo seis meses después de ganar las elecciones, su Gobierno está al borde del hundimiento. El Comité 1922, el más influyente grupo de opinión parlamentario tory, le reclamó ayer que retirara su plan para el cierre parcial de British Coal. La petición no fue formal porque tampoco lo fue la reunión del comité, que celebraba con un banquete el 70º aniversario de su fundación, pero el tono de los comentarios fue lo bastante áspero y unánime como para constituir una muy seria advertencia al Ejecutivo.En opinión de Rhodes Boyson, "importar carbón subvencionado desde Alemania mientras cerramos nuestras propias minas es una política digna de Alicia en el país de las maravillas". Otro diputado, Michael Cartiss, dijo que el cierre "debe ser suspendido". Según un sondeo realizado por The Sunday Times, la mayoría de los diputados tories votará contra el Gobierno si la propuesta llega al Parlamento.
La oposición laborista está actuando con inteligencia. En lugar de atacar frontalmente al Gobierno, lo que podría obligar a los conservadores a cerrar filas en torno a su deteriorado líder, los laboristas se limitan a preparar una enmienda en términos moderados contra el cierre parcial de British Coal. Tal enmienda sería capaz de atraer el apoyo de gran parte de los tories en la votación prevista para el miércoles.
Ante la perspectiva de una derrota casi segura, el Gobierno sopesaba ayer la posibilidad de retirar el plan. Pero aunque se encuentre una buena excusa para la retirada (la necesidad de asegurarse previamente ayudas de la Comunidad Europea para las zonas más afectadas, por ejemplo), la menguante autoridad moral del Gabinete sufrirá un golpe devastador.
El ministro de Industria y Energía, Michael Heseltine, uno de los más influyentes ministros, es quien personaliza el programa de cierre. Y se hace difícil concebir cómo podría mantenerse en el cargo después de un traspié de tal envergadura. Con el ministro de Hacienda, Norman Lamont, ya en interinidad, Major no puede permitirse la derrota de otro ministro; se le acaban las reservas de crédito político.
Recuerdos de Thatcher
Major y Heseltine tienen previsto almorzar hoy con representantes del Comité 1922. Ambos serán informados de la oposición parlamentaria al cierre de las minas. Luego se dirigirán al Parlamento, donde el premier informará sobre la cumbre comunitaria de Birmingham y Heseltine explicará sus planes para British Coal. Ése será el momento de dar marcha atrás. Si no la hay, el Partido Conservador, que hace sólo dos años derribó a su venerada Margaret Thatcher, podría empezar a pensar en cometer un nuevo magnicidio y deshacerse en un plazo más o menos breve de Major, el vencedor de las elecciones de abril. O eso, o asumir el riesgo de una revuelta parlamentaria en toda regla que conduciría a unas elecciones anticipadas cuyo único beneficiario posible sería el Partido Laborista.
La situación revestiría menos gravedad de no aparecer tan oscuro el panorama económico para los próximos meses. Todo indica que la recesión y el desempleo seguirán empeorando con rapidez. El Partido Conservador, con una mayoría parlamentaria de sólo 21 diputados, necesita un líder fuerte en el Gobierno. Y Major no lo es, al menos en este momento. Sólo una recuperación milagrosa puede salvarle. El problema para el partido es que no existe una alternativa clara a Major. Heseltine, el eterno aspirante, saldrá muy tocado del conflicto carbonero. Tal vez lo sea Kenneth Clarke, ministro del Interior (e hijo de minero).
De mal en peor para una semana crítica
Hace un mes, cuando el miércoles negro -víspera de san Lamberto de Maastricht, curiosamente- volvió locos a los mercados monetarios y hundió la libra, parecía que las cosas no podían ir peor para el primer ministro John Major. Pero sí podían. La devaluación de la divisa y la salida del Sistema Monetario Europeo, el hundimiento de su política europea y la rebelión anticomunitaria en un sector de su partido no fueron sino las primeras escenas de una pesadilla que, esta semana, incorporará la imagen más espeluznante para un premier británico: mineros y parados manifestándose en las grandes capitales para concluir con una marcha masiva sobre Londres, el domingo, mientras la prensa y los portavoces empresariales repiten como un mantra la palabra dimisión.Esta será una semana dramática. Hoy, mientras Major y su ministro de Industria, Michael Heseltine, abren el curso parlamentario con una explicación sobre el cierre parcial de British Coal, la Confederación de la Industria Británica, la organización patronal, publicará un informe muy negativo sobre la evolución del comercio.
Mañana, la High Court puede paralizar provisionalmente el cierre de las minas, se dará a conocer oficialmente una nueva caída en el sector inmobiliario y Major tendrá que encararse en los Comunes con el líder de la oposición, John Smith. El miércoles se votará en el Parlamento sobre el plan de minas, si es que no ha sido retirado para entonces. El jueves la High Court sentenciará si el cierre de minas es o no legal, se reunirá el Gobierno y continuará la sesión parlamentaria.
Para el viernes, John Major tiene previsto viajar a Egipto para conmemorar el 50º aniversario de la batalla de El Alamein. Hay quien ve similitudes en ese desplazamiento con el de Margaret Thatcher a París justo cuando el partido preparaba su caída. El sábado habrá manifestaciones en varias capitales, y el domingo los mineros se concentrarán en Londres, donde quieren reunir a más de 100.000 personas en una gran protesta antigubernamental.
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