Del sufrimiento a la gloria
Rigoberta Menchú Tum, india maya-quiché, de 33 años, se ha convertido en un símbolo universal del sufrimiento de su pueblo al ser galardonada con el premio Nobel de la Paz, tras una larga historia que pasa por la muerte violenta de sus padres y un hermano, en crímenes atribuidos a las fuerzas de seguridad de su país.El premio, el segundo Nobel concedido a un guatemalteco tras el de Literatura otorgado a Miguel Ángel Asturias en 1967, ha provocado en este país reacciones encontradas: para los indígenas, es el reconocimiento a su lucha por salir de la segregación racial de la que son víctimas, mientras que para los sectores más tradicionales significa un acto de carácter político, destinado a desestabilizar el país.
Al margen de la polémica, el premio da a los guatemaltecos una gran oportunidad para alcanzar la concordia nacional, en momentos en que las conversaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla parecen condenadas al fracaso.
Rigoberta vino al mundo el 9 de enero de 1959, en una aldea llamada Chimel, del municipio de Uspantán, en el Quiché, al norte de Guatemala. Desde muy niña (cinco años) empezó a trabajar con sus padres en las grandes fincas de la costa sur.
Durante su adolescencia, viajó a la ciudad de Guatemala para dedicarse al servicio doméstico, fiel a una tradición que parece formar parte del ciclo vital de las mujeres de zonas rurales del país. Pero el destino tenía un camino trazado para Rigoberta Menchú. Hija de un campesino con una innata conciéncia social, fue testigo, en su niñez, del asesinato de su hermano de 16 años víctima de terratenientes que querían despojar a los indígenas de sus terrenos.
Este crimen, en el que se señala alguna complicidad de las autoridades, hace que el padre de Rigoberta, Vicente Menchú, realice una ingente labor de organización entre sus vecinos, actividad que constituye la primera escuela de conciencia social para la galardonada.
La tragedia estaba en el camino de Rigoberta. Vicente Menchú murió carbonizado en la Embajada de España en Guatemala durante el sangriento asalto que la policía lanzó contra esa sede diplomática, el 31 de enero de 1980.
Unas semanas después, el 19 de abril, y como consecuencia de la caza de brujas contra el auge de la sedición, la madre de Rigoberta, Juana Tum, fue secuestrada y asesinada tras bárbaras torturas, por grupos paramilitares.
La suerte de Rigoberta estaba echada. Escogió el camino del exilio y de la lucha cívica en busca de las reivindicaciones de los pueblos indios y mestizos pobres de Guatemala, mientras que dos de sus hermanas eligieron la lucha armada y se incorporaron a un grupo guerrillero.
Al conocerse la concesión del Nobel, todas las campanas del altiplano indígena de Guatemala y de la mayoría de las iglesias de barrios populares de la capital, anunciaron con júbilo el triunfo de Rigoberta Menchú, que la población indígena (unos 5,6 de los nueve millones de habitantes del país), reconoce como propio.
Rigoberta dedicará parte del premio a crear una fundación que llevará el nombre de su padre, Vicente Menchú, y que luchará por la vigencia de la justicia social y los derechos humanos en Guatemala.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.